Sense ànim d’autoria



IRENE VALLEJO
El infinito en un junco. La invención de los libros en el mundo antiguo. 8a ed. Siruela, 2020. P. 95-96.


El nombre de Homero está asociado a dos textos épicos que proceden de un periodo en el que tiene poco sentido hablar de autoría. Durante la etapa oral, los poemas se recitaban en público, perpetuando una costumbre heredada de las tribus nómadas, cuando los ancianos recitaban junto al fuego los viejos cuentos de sus ancestros y las hazañas de sus héroes. La poesía estaba socializada, era de todos y no pertenecía a nadie en concreto. Cada poeta podía usar libremente los mitos y cantos de la tradición, retocándolos, desembarazándose de lo que considerase irrelevante, incorporando matices, personajes, aventuras inventadas y también versos que había escuchado a sus colegas de profesión. Detrás de cada relato había toda una galaxia de poetas que no habrían entendido el concepto «derechos de autor». Durante los largos siglos de oralidad, el romancero griego fue cambiando y expandiéndose, estrato a estrato, generación tras generación, sin que los textos alcanzasen nunca una versión cerrada o definitiva.

[...] En la sociedad oral, los bardos actuaban en las grandes fiestas y en los banquetes de los nobles. Cuando un profesional de las aladas palabras interpretaba su repertorio de narraciones ante un auditorio, por pequeño que fuera, estaba «publicando» su obra.

[...] En tiempos de palabras aladas, la literatura era un arte efímero. Cada representación de esos poemas orales era única y sucedía una sola vez. Como un músico de jazz que a partir de una melodía popular se entrega a una apasionada improvisación sin partitura, los bardos jugaban con variaciones espontáneas sobre los cantos aprendidos. Incluso si recitaban el mismo poema, narrando la misma leyenda protagonizada por los mismos héroes, nunca era idéntico a la vez anterior.

Gracias a un entrenamiento precoz y disciplinado, aprendían a usar el verso como un lenguaje vivo, moldeable. Conocían los argumentos de cientos de mitos, dominaban las pautas del lenguaje tradicional, tenían un arsenal de frases preparadas y de comodines para rellenar los versos, y con esos mimbres tejían para cada recitación un canto a la vez fiel y diferente. Pero no había ningún afán de autoría: los poetas amaban la herencia del pasado y no veían razones para ser originales si la versión tradicional era bella. La expresión de la individualidad pertenece al tiempo de la escritura; por aquel entonces, el prestigio de la originalidad artística estaba en horas bajas...

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