Avançar en cercles

Dame Elisabeth Frink

 


Daniel Mendelsohn. Una Odisea. Un padre, un hijo, una epopeya. Traducció de Ramón Buenaventura. Seix Barral, 2019. P.254-256.



A pesar de su aura de final, la estancia de Odiseo entre los muertos no es la última aventura que el héroe narra en los Apólogos a los deslumbrados feacios. Su última aventura es, de hecho, la primera que se nos cuenta en la Odisea: el episodio de las vacas del Sol, momento culminante del Canto XII y única de sus notables hazañas que se menciona en el proemio.

[...] Cuando Odiseo y sus hombres desembarcan en la costa de un lugar llamado Trinacia, sus tripulantes ya han sido advertidos, tanto por Tiresias como por Circe —advertencia que ahora les repite Odiseo—, de que no se les ocurra tocar el hermoso ganado que por allí deambulaba, enormes manadas de vacas y ovejas cuyo dueño era el dios del sol, Hiperión. El poeta se toma la molestia de señalar que cada rebaño está compuesto exactamente de trescientas cincuenta cabezas de ganado. Al principio, los hombres ponen el mayor empeño en obedecer las órdenes recibidas, pero cuando se prolonga su estancia forzada en Trinacia, por el mal tiempo, acaban sucumbiendo al hambre. Aprovechando el momento en que Odiseo se ha retirado a suplicar ayuda de los dioses, sacrifican a varios de los animales, asan la carne en espetos y se la comen. Ello da lugar a que Hiperión, que todo lo ve, solicite a los demás dioses que se castigue a los griegos, amenazando con meterse en el Hades y derramar su luz sobre los muertos —grotesca y horrible inversión del orden natural de las cosas— si su deseo no se cumple. Los dioses atienden su petición, provocando una tremenda tormenta en el mar cuando los griegos zarpan de Trinacia. Odiseo es el único sobreviviente de esta calamidad última; de ahí que, al final, haya de efectuar su nostos él solo, alzándose con el protagonismo de su épica.

Yo quería que comentáramos las vacas del Sol, que comparte con el viaje al Inframundo alguno de los momentos más espeluznantes del poema. (Por ejemplo: tras el sacrificio de las reses, sus pieles siguen moviéndose, y la carne que se asa en los espetos no deja de mugir.) Me interesaba, sobre todo, que los alumnos captaran el encaje del episodio en la estructura general del poema. Porque la historia de las vacas del Sol, que viene en el Canto XII y explica la razón de que Odiseo llegue solo a la isla de Calipso, de hecho nos remite al principio del poema: el Canto I, en que se nos presenta a Odiseo gimiendo y deseando regresar a su casa, cuando ya lleva siete años con la ninfa, dispuesto por fin a seguir viaje.

Lo que quiere decir que cuando la Odisea llega a su mitad exacta, se le imprime un gigantesco giro de trescientos sesenta grados: tras todo ese viaje, volvemos a estar donde empezamos. «¿Cómo podemos recorrer una larga distancia sin llegar a ninguna parte? Yendo en círculos.»

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