Cap a l’Hades hi falta gent


Joma



Daniel Mendelsohn. Una Odisea. Un padre, un hijo, una epopeya. Traducció de Ramón Buenaventura. Seix Barral, 2019. P.235-236.


El viaje de Odiseo al Hades, la Tierra de los Muertos, en el Canto XI, se denomina tradicionalmente Nekyia. Estrictamente hablando, este término griego, derivado de 'nekys', «cadáver» (está emparentado con 'necrópolis'), se refiere a los terribles ritos a que recurren los vivos para invocar a las almas de los muertos y hablar con ellos; la descripción que hace Homero de estos rituales —que contiene arcanos gélidos e inexplicables— tiene la potencia inquietante que solemos asociar con las mejores películas de terror. Tras llegar al sitio designado por Circe —una orilla nivelada marcada por una roca en la confluencia de dos ríos—, lo primero que hace el héroe es cavar un hoyo de un codo de ancho por ambos lados; a su alrededor derrama libaciones de leche, miel y vino y agua; luego esparce cebada por el perímetro; y finalmente degüella un carnero y una oveja negra, colocando sus cabezas en una dirección mientras sitúa la suya en la dirección opuesta, y luego deja que la sangre llene el hoyo. Los fantasmas han de beber esta sangre para que se les conceda el don del habla.

Con el tiempo, nekyia, el nombre que se da a los ritos de invocación para estos zombis con dificultades para hablar, ha acabado aplicándose al episodio entero, que ocurre justo antes de que Odiseo alcance la mitad de su largo viaje a casa. La colocación estratégica de este episodio nos sugiere una importante moraleja: para adentrarnos en el futuro, primero tenemos que reconciliarnos con nuestro pasado...

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