De la cabana al palau

Jan Styka, 1902



Sylvain Tesson. Un verano con Homero. Traducció de Robert Juan-Cantavella. Taurus, 2019.


Ulises is back, y va a correr la sangre. Pero la operación se desarrollará de forma discreta. Nada de volver entre tambores de guerra como hizo Agamenón, que halló la muerte como respuesta a su jactancia. Ulises será el vengador enmascarado y no un arrogante triunfador. No olvidemos los estragos que ya ha hecho la 'hibris' tanto en numerosos destinos privados como en la virtud pública.

El plan de Atenea parece una operación de comando. Adentrarse de forma clandestina, reconocer el lugar, identificar a los malhechores, preparar el terreno y asestar el golpe. «Fix, find and finish», como dicen hoy los especialistas de la contrainsurrección. 

[...] Inicio de las operaciones: Ulises acude a casa de su antiguo porquero, el fiel Eumeo, que guarda sus rebaños y ha conservado intacta su fidelidad a Ulises. Este no reconoce a su señor, pero lo acoge dignamente, tal como se debe recibir a un semejante. Eumeo no lo ha traicionado, no ha olvidado a su señor. ¿Por qué Homero lo distingue con el epíteto «divino»? Porque ha sido leal y se conduce rectamente con sus semejantes. Es el primer humano con el que se encuentra Ulises, y esa presencia pura e inmediata inaugura el reencuentro de nuestro héroe con el mundo de los hombres. 

Para el poeta antiguo, lo divino es aquello que se hace presente a la luz de la realidad, todo cuanto se desvela en su verdad.

Ulises en una pobre cabaña. Ahí es donde comienza la batalla por el regreso del rey, en lo más bajo. Desde la cabaña de los cochinos hasta el palacio, el camino será sangriento. La Odisea es la fábula de la reconquista y de la restauración. Homero expresa aquí, en la cabaña, la hermosísima alianza del príncipe y el servidor. Por el momento, el rey Ulises cuenta con la única ayuda de un porquero. Esa será la primera pieza de su ejército.

Pero sabemos bien que ser un príncipe de la vida no se reduce a un título administrativo. Hay pobres que en su comportamiento son regios: almas simples y fuertes, «hombres ordinarios», dirá George Orwell. Homero no mira a la humanidad a través de la triste óptica del marxismo, reduciéndolo todo a la cuestión del estatuto económico. Contentarse, a la hora de entender el mundo, con la línea que separa al pudiente del desfavorecido, al explotado del explotador, supondría pasar por alto los íntimos vínculos entre Ulises y el porquero. Tanto el uno como el otro, a ambos lados de la escala social, son de una misma raza aristocrática. Y ante ellos dos: los pretendientes.

Ulises y el porquero disfrutan de su noche en vigilia. Se cuentan historias. Durante dos mil quinientos años, el hombre seguirá inventando relatos. Ulises miente como un cosaco. Hilvana relatos épicos, enmascara su identidad, juega al descuido...

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