De pares i fills

George Truffaut, 1880


Daniel Mendelsohn. Una Odisea. Un padre, un hijo, una epopeya. Traducció de Ramón Buenaventura. Seix Barral, 2019. P. 290-292.


Unas horas después de haber terminado la clase anterior, colgué una pregunta en el foro de discusión, pidiéndoles a los estudiantes que reflexionaran sobre cuál podía ser la razón de que el encuentro entre padre e hijo fuera el primero de una serie en torno a la cual se estructura la segunda mitad de la Odisea. ¿Por qué, les preguntaba, no ocupa una posición más relevante? ¿Por qué el encuentro entre padre e hijo ha de producirse antes del encuentro de Odiseo con su perro (que ocurre en el canto siguiente, el XVII)? Ningún alumno había respondido a mi pregunta en línea. De hecho, ninguno de ellos había hecho ningún comentario sobre la escena del reencuentro. No obstante, cuando repasamos los dos pasajes en la clase siguiente, resultó que sí habían observado muchas cosas.

—La emoción es muy auténtica aquí —dijo Madeline—. Es evidente que Eumeo ha sido una figura paterna para Telémaco durante toda la vida del chico. Se da uno cuenta de que ha sido su verdadero mentor, mucho antes de que Atenea se presentara en Ítaca, en el Canto I, disfrazada de Mentes, y luego como Méntor.

—Homero viene a decirnos cómo interpretar la obra entera —afirmó Brendan—. Cuando Telémaco va a ver a Eumeo, es un auténtico regreso a casa, y el símil lo compara con un verdadero padre, pero cuando se encuentra con su padre, la comparación es con un ave de presa.

Trisha levantó la vista.

—Hay una especie de histeria en la escena entre el padre biológico y el hijo —comentó—. Es casi como si estuvieran excediéndose con la compensación.

Me quedé impresionado.

—¿Qué tenían que compensar, en tu opinión?

Ella dijo:

—El hecho de que la emoción entre ellos resulta...abstracta. Es lo que padres e hijos deben sentir. Con Eumeo, en cambio, es real.

—Es una observación verdaderamente buena —le dije yo—. Ahora coge la idea y llévala un paso adelante, para poder contestar a la pregunta que os hice la semana pasada: ¿cuál es la razón de que el reencuentro Odiseo-Telémaco sea el primero del poema, el que menos se pone en relieve?

Jack levantó el brazo.

—Nada de chistes —le advertí.

—No, no, lo prometo —dijo él—. Creo que es porque tiene uno que recurrir a la fe para creérselo. Nunca se habían visto, Telémaco era un niño pequeño cuando marchó a Odiseo. O sea que...

Ahí se detuvo, como abochornado.

—O sea que ¿qué? —le dije—. Sí, la emoción de la escena es abstracta; sí, Telémaco tiene que apelar a la fe para aceptar que el otro es Odiseo. ¿Qué se desprende de todo ello?

Miré en torno.

Fue Brendan quien rompió el silencio, y lo que señaló a continuación me obligó a preguntarme —no por primera vez, pues el chico ya había especulado, durante nuestro comentario del Canto III, que Telémaco quizá tuviera inconscientemente la esperanza de que Odiseo hubiese muerto— que relación tendría él con su padre.

—Si no conoces de nada a tu padre —dijo—, la verdad es que no hay nada que reconocer

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