Fets l'un per l'altre
William Russell Flint, 1924 |
Pietro Citati. Ulises y la Odisea. Traducció de José Luis Gil Aristu. Galaxia Gutenberg, 2008. P. 259-261.
El discurso de Penélope es una obra maestra de elocuencia. Introducida en su alma, Atenea le sugiere los temas, y ella los desarrolla con un arte para la variación retórica que recuerda la sabiduría de su marido. Penélope nos revela un dato que ignorábamos. Antes de marchar a Troya, Ulises le estrechó la muñeca en señal de despedida y amor y le aconsejó que se casara si no había vuelto pasados veinte años.
[...] La historia es falsa con toda probabilidad: su marido no pronunció nunca esas palabras, según confirman los pensamientos del Ulises mendigo presente en la escena. Penélope quiere hacer saber a los pretendientes que en esos días «se cumple todo»: ahora Telémaco tiene barba viril y ella está dispuesta a casarse de nuevo (aunque unas segundas nupcias le resulten odiosas) y dejar tras de sí «esta morada de mi esposo tan bella y repleta de bienes; mas nunca, bien lo sé, su recuerdo me habrá de dejar, ni aun en sueños». A pesar del dolor, no se olvida de que es la mujer de Ulises y pide espléndidos regalos de boda, joyas y tesoros.
La reina no tiene la menor intención de casarse con uno de los pretendientes y quiere engañarles. Con una parte de su alma, cuya hondura desconocemos, confía en el regreso de Ulises; a pesar de las dudas, ha oído muchos vaticinios, y ahora procura ganar tiempo una vez más, la principal de sus artes desde siempre. Sirviéndose de la gracia, la astucia, el embuste y el deseo erótico suscitado en los pretendientes, intenta recibir de ellos regalos que acumulará, como el ama de casa más escrupulosa, en la estancia de los tesoros. En un segundo plano, silenciosa y sin ser vista, pero siempre activa en el ánimo de Penélope, se halla Atenea. La diosa tiene 'su' plan. Las palabras de la reina, la propuesta de matrimonio, el certamen con las hachas forman parte de un proyecto que llevará a los pretendientes a la ruina. Penélope y Ulises son los instrumentos de esa maquinación: ella, pasiva; y él, más dispuesto a aprovechar los alicientes de las circunstancias.
Los pretendientes y Telémaco no son el único público del discurso de Penélope: en un rincón, sin que su mujer le reconozca, se halla el falso mendigo. Ulises lo entiende todo y se «alegra». Disfruta por muchos motivos. Al cabo de tantos años comprende que Penélope no ha cambiado: és duplice, como él;«su mente medita» siempre «algo distinto». Encanta a los pretendientes, como él encantó a los feacios; posee su mismo arte de la elocuencia, las «palabras de miel» que poco antes aconsejó a Telémaco; miente espléndidamente, inventando aquella patética partida a Troya que nunca se produjo; es fiel a Ulises y, con sus artes, consigue sonsacar a los pretendientes regalos de boda para un matrimonio que nunca ocurrirá. Entretanto, los pretendientes danzan, escuchan cantos, se divierten, creen en el próximo casamiento, y no comprenden nada. Antínoo ofrece a Penélope un bellísimo peplo y doce broches de oro; Eurímaco, un collar de ámbar y oro; Euridamante un par de pendientes de perlas; y Pisandro un collar. Luego, Penélope vuelve a sus aposentos.
Ep! No es una riallada, però, al cant XVIII, Penèlope aconsegueix arrencar un somriure a Odisseu.
ResponEliminaMIRA: I somrigué el gran Ulisses, que tot ho suporta.
ALBERICH: i el molt sofert i divinal Odisseu se n’alegrà.
RIBA: i s’alegrà el pacient divinal Ulisses.