Guàrdia d'honor

 

Calpurnio


Sylvain Tesson. Un verano con Homero. Traducció de Robert Juan-Cantavella. Taurus, 2019. P. 116-117.

Empiezan las escenas de la reconquista. El palacio será el teatro de la justicia, que quedará restablecida mediante la violencia. Descubrimos a los pretendientes, convencidos de sus derechos, vulgares, obscenos. Homero describe a menudo su «molesto bullicio». Este cenáculo de marqueses nos resulta familiar, ¿no es cierto? Es la imagen universal de la ambición y la mediocridad. Están seguros de su buen derecho. El bullicio es el eco de la villanía, y dos mil quinientos años más tarde, todos los pueblos del mundo se dan cuenta de que existe una relación directa entre lo nocivo de una comunidad y el nivel sonoro que alcanza para manifestar lo que cree que es su triunfo.

Uno tras otro, los pretendientes se burlan de Ulises: Antinoo —su cabecilla— lo maltrata, las criadas lo insultan, los pretendientes lo desairan, incluso hay otro mendigo que le agrede.

En el mundo mitológico, complejo e imprevisible, la clase no determina el valor. Príncipe y mendigo pueden manifestar igual mediocridad e idéntica virtud. El hombre no es una criatura naturalmente humanista, y un sirviente no ostenta necesariamente el monopolio de la inocencia, lo mismo que un señor no siempre encarna la nobleza del alma. El mundo homérico no es esencialista. Se parece a la realidad, es transversal.

Ni siquiera Penélope reconoce, bajo aquellos harapos, a su esperado príncipe. Han pasado veinte años. Atenea es demasiado ducha en las artes del transformismo para que Ulises quede al descubierto. Solo la fiel Penélope se ve conmovida por ese mendigo que, precisamente le evoca a su marido. Ella quiere creer que está vivo cuando todo el mundo lo espera muerto.

El viejo perro Argos reconoce a su dueño y muere fulminado. Y una criada que lava los pies del mendigo identifica la cicatriz que tenía su señor, fruto de una herida de caza. Un porquero, un perro, una criada: Homero dispone una guardia de honor magníficamente modesta para el regreso del señor. Poco importa su condición social. Triunfarán porque están del lado del orden. Ahí reside el genio novelesco de Homero, que preludia el triunfo del levantamiento de los ejércitos sin graduación.


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