Penèlope se la passa dormint

Euriclea despertant Penèlope, Angelica Kaufmann, 1722


Pietro Citati. Ulises y la Odisea. El pensamiento iridiscente. Traducció de José Luis Gil Aristu. Galaxia Gutenberg, 2008. P. 254-258.


Penélope duerme constantemente. Cuando Telémaco le reprocha no entender la poesía, vuelve a su aposento y llora a su esposo hasta que Atenea le vierte en los párpados «un dulce sueño»; cuando teme por la suerte de Telémaco, asediado por los pretendientes, se apodera de ella un sueño profundo y se le aflojan los miembros; cuando llora a Ulises, Atenea la hace dormir; cuando no quiere bajar para estar con los pretendientes, duerme reclinada en la silla; y hasta cuando Ulises masacra a los pretendientes en el mégaron, ella marcha a su cuarto y Atenea arroja sobre sus párpados el hechizo de Hermes. Mientras duerme es visitada por grandes ensueños que le anuncian la salvación de Telémaco o el regreso de Ulises, o bien se lo presentan cercano, en el lecho, a su lado. Así vive Penélope, envuelta más que ningún otro personaje de la Odisea en sombras, en dulzura, en la tranquilidad y la incertidumbre de lo inconsciente.

[...] Esta criatura de sueño y ensueños es también una hija de la razón, una calculadora y razonadora impertérrita. Hay una frase que la acompaña: tanto si se refiere a Antínoo, como a Atenea o Ulises, la mente de la reina «medita algo distinto». El hecho de meditar algo distinto de lo que dice significa lo mismo que piensa Aquiles sobre su marido: «Oculta en sus mientes una cosa y dice otra». Por tanto, el espíritu de Penélope es siempre doble: mientras habla, una fuerza secreta que actúa en su interior, razona, trama, maquina, calcula y engaña, exactamente igual que Ulises. 

[...] Marido y mujer son semejantes y distintos: se contradicen y complementan. Penélope sueña, y Ulises no; mientras Penélope se nos muestra como un alma trágica, a Ulises sólo le roza la tragedia cuando se convierte, en su imaginación, en la esclava troyana; Penélope está sometida a los dioses, mientras que Ulises coincide con su propio destino; Penélope vive en la inconsciencia, ignorando sus impulsos secretos, mientras que Ulises transforma lo inconsciente en consciente; ambos calculan, desconfían, engañan, mienten y ponen a prueba. De este juego intrincado de semejanzas, desemejanzas y reflejos nace la profundísima «concordia» entre marido y mujer, ensalzada por Ulises cuando hablaba con Nausícaa:


nada en verdad hay mejor ni más rico en venturas
que marido y mujer cuando unidos gobiernan la casa
en un mismo sentir...


[...] Lo que sorprende en Penélope es el tiempo de su vida interior. Es contemplada desde dentro como ningún otro personaje de la Odisea: es examinada por un oído y un ojo invisibles que siguen sus oscilaciones, sus ondulaciones, sus incertidumbres y sus dudas. No es de extrañar, pues, que muchos lectores inteligentes hayan recordado la exploración con que un oído y un ojo no menos invisibles siguen desde dentro a los personajes de Henry James.


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P.S.: «El término griego que traducimos por «coincidencia de pareceres» es homophrosynê. La raíz homo- procede del adjetivo homoios que significa «lo mismo» y que aparece en palabras como homeopatía —tratar una enfermedad, pathos, con lo mismo, homoios, que la causa— y homosexual. La raíz phron- guarda relación con el intelecto, la mente; de ella deriva nuestra frenología.

[...] Debido, sobre todo, a la posición primordial que ocupa la Odisea en la tradición griega, homophrosynê se ha convertido, en el ámbito de los estudios literarios clásicos, en la palabra canònica para describir una virtud sin la cual de ninguna manera puede darse una buena relación entre dos personas.»

Daniel Mendelsohn. Una Odisea. Un padre, un hijo, una epopeya. Traducció de Ramón Buenaventura. Seix Barral, 2019. P. 184.

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