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Fris d'ànimes, Jordi Diaz Alamà, 2020 |
ERICH AUERBACH
Dante, el poeta del mundo terrenal. Traducció de Jorge Seca.
Acantilado, 2008. P. 219-220.
Dante recorre el mundo del más allá, y se encuentra con las almas de seres humanos que ha conocido o de cuya vida tiene conocimiento. Esos encuentros se producen en las diferentes estaciones de su recorrido, consideradas como el lugar del destino final y de la eterna perseverancia de sus figuras. Que el lector se imagine ahora que no conoce la Comedia y partiendo únicamente de la breve descripción anterior trate de medir qué emoción y qué ocasión natural para desplegar la expresión más verdadera, más potente y más humana se suscitan con sólo imaginarse tales encuentros. El encuentro no sucede en esta vida en la que los seres humanos se hallan siempre en un estado eventual, en una parte de su ser, y en el que justamente la intensidad de la vida en los instantes más importantes y vehementes dificulta el percatarse de sí mismos y hace casi imposible el encontrarse. Tampoco sucede en un más allá en el que se ha extinguido lo más personal de la persona por las sombras de la muerte extendidas sobre ella, y en donde tan sólo persiste un recuerdo de la vida, borroso, velado o insignificante. Las almas del más allá dantesco no están para nada muertas, más bien son los vivos propiamente dichos que extraen de su anterior vida terrenal los datos concretos de su historia y de su carácter ambiental, pero muestran esos datos con una integridad, contemporaneidad, presencia y actualidad que no alcanzaron casi nunca durante su época terrenal y que seguramente jamás revelaron a nadie. Así los encuentra Dante; a ambas partes les sobreviene la sorpresa, el asombro, la alegría o el horror —porque también para el morador del más allá, tal como es representado aquí, el encuentro con un vivo es conmovedor—; el mero verse y reconocerse toca la fibra más profunda del sentimiento humano y genera imágenes de enorme diversidad y fuerza poéticas.
Por ello, los encuentros de las almas en la Comedia ofrecen una serie de escenas que toman los elementos de su expresión ciertamente del recuerdo de los encuentros terrenales, pero que dejan muy atrás toda posible representación de un suceso terrenal de este tipo por el grado de conmoción que los acompaña y por el cúmulo de situaciones que se vierten aquí. Conmueven con mayor fuerza allí donde existieron lazos entre los vivos, ya sean reales de la vida en común o intelectuales de influjo interno. El afecto, que en la vida temporal se oculta fácilmente por vergüenza o porque falta la ocasión oportuna para expresarlo, estalla aquí en su plenitud, al ser consciente de que una vez, y sólo esa única vez, le será permitido expresarse...
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