Cant VII
Infern VII, 30
JÚLIA BENAVENT
Guía a la lectura de la Divina Comedia
Institució Alfons el Magnànim, 2007
Stradano, 1587 |
ISABEL GONZÁLEZ
JÚLIA BENAVENT
Guía a la lectura de la Divina Comedia
Institució Alfons el Magnànim, 2007
P. 57-60.
En el canto VII del Infierno, que transcurre en la media noche entre el 8 y el 9 de abril, Viernes y Sábado Santo, tiene tres partes fundamentales: el encuentro con Plutón y la bajada al círculo cuarto; el tratado sobre lo que es la Fortuna y la visita del círculo quinto.
La estructura de este canto es muy particular: se trata del primer canto en el que la estructura literaria no se corresponde con la estructura topográfica —en el Infierno, como hemos visto hasta ahora, cada canto abarca un solo círculo—, pero esta situación cambia en este canto. En efecto, el canto VII del Infierno comprende dos círculos, el cuarto, abarrotado de avaros y derrochadores, que está vigilado por Plutón y el círculo quinto, el de los furiosos e indolentes, donde se encuentra la laguna Estigia, custodiada por Flegias. Entre uno y otro, hay una pausa, que se aprovecha para teorizar sobre la Fortuna.
[...] Como siempre, el castigo, el contrappasso, de los avaros y manirrotos está perfectamente de acuerdo con su pecado: son obligados a girar alrededor en dos filas distintas en direcciones opuestas moviendo enormes pesos con el pecho; se encuentran eternamente en un punto intercambiándose insultos y volviendo otra vez a empezar desde el principio. Su fatiga es vana, lo mismo que vano fue en vida el intento de acumular riquezas y más riquezas.
Los coléricos están sumergidos en el lodo y se arrancan, a trozos, con rabia, la carne; como en la vida, vencidos por la ira, se echaban en contra de los demás, ahora les corresponde destrozarse unos a otros.
[...] Es de destacar el hecho de que entre los condenados del círculo cuarto, Dante no reconozca ni destaque a ninguno en especial, porque su condena atañe por igual a todo el poder eclesiástico, reo de una de las culpas más graves: la avaricia. La Iglesia en este canto, y ya desde el canto primero, representada en la loba, es manchada por el pecado de la avaricia.
La culpa de los avaros y de los pródigos, o sea de los que no supieron administrar el dinero y los bienes, le da al poeta la ocasión de inserir la cuestión doctrinal sobre la Fortuna. Dante cambia la concepción medieval, heredada del mundo clásico, en la que la Fortuna era una diosa caprichosa, y la convierte en una esfera, lo mismo que las esferas celestes, y la diosa es una de las inteligencias motoras del universo, y los hombres no pueden hacer nada, porque sería oponerse a la voluntad divina, cosa que no es posible.
Además de una disquisición filosófica, la doctrina de la Fortuna sirve a Dante para hacer un descanso entre un círculo y el otro; pausa que será típica, en toda la obra, cuando el poeta florentino quiere hacer alguna reflexión de carácter doctrinario. Es de notar, también, como ya hemos indicado, que en el mismo círculo se castigan dos categorías diferentes de pecadores, unidas por la correlación de la culpa por contraste: avaros/pródigos - iracundos/indolentes.
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