El primer cant polític

Amos Nattini, 1919-1939


JUAN VARELA-PORTAS DE ORDUÑA
Invitación a la Divina Comedia. Infierno VI
La discreta
8|2|2021


Aunque en ambos se trata de pecados de la carne, el contraste entre el canto V y el VI es evidente: mientras en el primero encontramos personajes legendarios y fascinantes, que se mueven sin control por los aires, en el segundo hallamos un personaje local desconocido, deforme (vv. 43-45), que yace quieto en medio del fango putrefacto. En consonancia, el estilo pasa de tener la belleza aparente de la literatura courtoise al estilo mediano o cómico (es decir, coloquial e incluso bajo) de la literatura satírica, con rasgos que los dantistas llamamos “petrosos”, es decir, correspondientes a las canciones a la mujer piedra que Dante escribió a finales de los años 90, con rimas difíciles, sonidos rudos, violencia expresiva… Parece como si Dante nos quisiese decir que, mientras el impulso carnal sexual puede sublimarse en amor espiritual, el nutritivo no admite sublimación alguna. No hay manera de disfrazar el pecado de gula bajo apariencias corteses, y por ello la pena, como indica el v. 48, es, si no la mayor, sí la más desagradable de todas. El pecado que aquí se pena, así pues, es el más evidentemente carnal de todos, y por ello los cuerpos aéreos de los condenados aparecen pegados a la tierra corrompida, casi como descompuestos en ella. La pena, pues, revela la naturaleza del pecado de manera bastante manifiesta (es lo que se llama el contrapaso, por el cual el castigo pone alegóricamente de manifiesto la auténtica naturaleza, casi siempre escondida, de la culpa): como la lluvia, que es alimento necesario y beneficioso de la tierra, termina por pudrirla si es excesiva, igualmente el alimento, ingerido de forma desmesurada, termina por pudrir el cuerpo humano, o, quizás mejor, termina por hacer patente la esencial corruptibilidad del cuerpo. Muchos elementos del canto apuntan a esta idea, que muestra la irracionalidad consustancial a este pecado: porque el pecado no consiste en la ingesta material en sí misma, sino en el estado psíquico de ansiedad y obsesión desordenadas e irracionales por el alimento, es decir, por el cuerpo, algo que, como sugiere fuertemente el v. 36, es algo vano.

[...] Estamos ante el primero de los cantos políticos de la Comedia (entre otros, todos los sextos cantos de cada cántica), y en él se denuncia, en primer lugar, la situación de discordia generalizada en la ciudad, contemporánea al poeta (vv. 58-75), y después la oscuridad de alma de la generación política anterior a él, la que protagonizó la lucha entre güelfos y gibelinos (vv. 76-93). Pero, ¿por qué en el canto de la gula? ¿Tiene alguna relación con ella? Para hallar una respuesta convincente, hay que conocer que el elemento fundamental de toda concepción política medieval es el organicismo, es decir, la concepción de la comunidad como un cuerpo orgánico, en todo paralelo al cuerpo físico del individuo, en el que cada grupo o estamento era un órgano y el conjunto (tanto la comunidad civil como la eclesiástica) tenía una unidad orgánica indisoluble. Con esta idea, la clave, a nuestro entender, la dan los vv. 49-50, con la imagen del saco o estómago de la ciudad lleno y desbordante de envidia, paralelo, pues, al del goloso lleno de alimento. La envidia es el malestar, la “tristeza”, que produce el bien ajeno, de modo que, si en el goloso el alimento, en principio positivo, se vuelve una sustancia que causa la corrupción del cuerpo, en la comunidad el bien del prójimo, que debería ser positivo, se torna en envidia que produce discordia en el cuerpo civil. Si en el goloso ello se produce por una excesiva atención al propio cuerpo, en la comunidad se da por exceso de atención al propio yo individual (la soberbia); y si en el goloso produce una ingesta desmedida y corruptora, en el cuerpo civil produce la avaricia (recuérdese que ya en I 111 se indicaba que la envidia era el origen de la codicia), un proceso de acumulación desmedido e igualmente corruptor. La sucesión soberbia-envidia-avaricia, que en los famosos vv. 74-75 se identifican como origen de los males de la ciudad, reproducen en el cuerpo de la comunidad el proceso de fascinación por el cuerpo-ansia excesiva de alimento-ingesta desmedida y corruptora propia de la gula. La discordia civil es, pues, una especie de gula social en la que los ciudadanos se vuelve bestias caninas insaciables. Y la envidia es la transformación en un ansia destructora del alimento que mantiene viva una comunidad: el amor al prójimo.

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