Un poema florentí
Dante and Beatrice, Henry Holiday, 1882 - 1884 |
MARCO SANTAGATA
Dante. La novela de su vida. Traducció de Giovanna Gabriele.
Cátedra, 2018. P. 146-147.
De la primera redacción, la definitiva conservó sobre todo el punto de vista del autor: el de un florentino que escribe para sus conciudadanos.
Todo el Infierno es florentino, pero los cantos anteriores al X de Farinata lo són de forma más evidente: en esta zona del poema, en efecto, los personajes relevantes son (casi) exclusivamente de Florencia. Su florentinidad recibe un realce aún mayor por el hecho de ser los únicos condenados modernos. En efecto, la parte inicial del Infierno no está propiamente desierta, pero termina por dar esa impresión el hecho de que en ella se encuentren sobre todo almas procedentes del mundo bíblico, clásico y de la literatura románica. Como si Dante fuera reticente con la época contemporánea.
Los ignavi son reconocibles («Y tras haber reconocido alguno» (Inf. III, 58), pero no merecen ser identificados con la parcial excepción de «aquel que por cobarde / hizo la gran renuncia» (Inf. III, 59-60) (es decir, Celestino V) y menos aún nombrados; los avaros y pródigos del cuarto círculo no son siquiera reconocibles («la vida torpe que los ha ensuciado, / a cualquier conocer los hace oscuros» (Inf. VII, 53-54), de modo que un canto donde habría habido amplia materia para ello («Clérigos fueron los que en la cabeza / no tienen pelo, papas, cardenales, / que están bajo el poder de la avaricia») (Inf. VII, 46-48), no figura ni un solo nombre. Reticente al máximo es además el discurso propiamente político. A los grandes adversarios se alude de manera críptica («aquel que tanto alaban») (Inf. VI, 69) para no permitir una identificación segura (como también, por otra parte «aquel que por cobarde / hizo la gran renuncia»); los posibles salvadores se esconden tras la alegoría del Lebrel. Parece realmente que Dante en estos primeros cantos toca los temas de la lucha política del momento, todos de ámbito florentino, con mucha cautela.
También el canto de Ciacco confirma la sensación de un Dante muy circunspecto al hablar de la Florencia contemporánea. Es la primera vez que la «ciudad partida» aparece en escena, la primera vez que las vicisitudes políticas florentinas pasan a ser explícito objeto del relato, la primera vez que el lector podría ver en acción en el cuerpo social de la ciudad a la «avaricia», la «bestia» que la «envidia» (Inf. I, 110-111) había sacado del Infierno y hecho circular por el mundo. Pues bien, esta suma de expectativas es satisfecha solo en parte por las palabras de un florentino que, aunque llamado por su nombre, no logra salir de un sustancial anonimato. Pero tal vez en la primitiva intención de Dante lo que debía asignarse a Ciacco, personaje poquísimo connotado desde el punto de vista político, era un discurso no centrado en las luchas de facciones, sino dirigido a un objetivo más cívico (en sentido lato) que político (en sentido estricto): un juicio ético sobre la degradación de la aristocracia (los magnates) de Florencia.
¿Quién es Ciacco? Varias son las propuestas para identificarlo: la más convincente es la que apunta a un «hombre de corte», es decir, a un «cliente» de grandes familias adineradas. Por tanto su figura encarnaría, a través del pecado de incontinencia, el estilo de vida de los ricos o de los nuevos ricos florentinos, pródigos en banquetes, en otras palabras, el mundo del luxus y el despilfarro. El pecado de gula denuncia un más grave pecado social. El estilo de vida simbolizado por las cortes suntuarias remite, pues, a la «cortesía» entendida como munificencia, generosidad, liberalidad, pero traicionada en su verdadero espíritu: si «dar» y «regalar» son el núcleo de la ideología cortés, la cortesía, para no convertirse en irracional y culpable prodigalidad, exige mesura. Pues bien -protestará Dante-, «las nuevas gentes, las ganancias súbitas, / orgullo y desmesura han generado» (Inf. XVI, 73-74). Y repárese en el término «orgullo», porque el comportamiento soberbio que esa palabra designa será característico de Filippo Argenti...
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