Transformar-se, v. intr. pron.

Miquel Barceló, 2002

 

ERICH AUERBACH
Dante, el poeta del mundo terrenal. Traducció de Jorge Seca.
Acantilado, 2008. P. 248-250.


Cuanto se dice aquí acerca de los símiles es válido igualmente para otra forma poética que Dante tomó de los modelos antiguos: las metamorfosis. Por regla general, en la Comedia se conserva al personaje tanto en su corporeidad como en su moralidad; pero la autorrealización que tiene lugar en el destino final condiciona unas transformaciones exteriores que, en ocasiones, destruyen por completo la apariencia física del personaje en su etapa terrenal. La transformación afecta solamente a la apariencia y no al personaje; por el contrario, la nueva apariencia es continuación, intensificación y explicación de la apariencia de otro tiempo y sólo revela por tanto al personaje verdadero. Con ello se le despoja a este antiquísimo motivo de su carácter de cuento de hadas, y entra en la realidad presente desde la lejana oscuridad de la leyenda. En cada viviente puede estar oculta en potencia la metamorfosis: ¿quién no podría imaginarse convertido en suicida? Los suicidas y los ladrones son los más afectados por este cambio aparente de aspecto; los unos se han transformado en arbustos (Inferno XIII) devorados y ensuciados por las arpías, los otros padecen ante los ojos de Dante la extraña transformación de verse reducidos a cenizas tras la mordedura de una serpiente y de resucitar de nuevo de sus cenizas, o de cambiar su aspecto por el de una serpiente (Infierno XXIV, 25). Son personajes famosos de la historia de aquel tiempo a quienes suceden las transformaciones, y éstas contienen el juicio que explica su vida terrenal; por ello, la acción pasa de la lejana esfera mítica al territorio de la realidad, y dentro del personaje transformado se lamenta, o se burla, o silba, o escupe un ser humano muy preciso a quien muchos conocían y a quien todos podían imaginarse como a un semejante.
Con el suceso presente del estar transformado o del transformar-se, Dante procede de manera mucho más concreta, como destino humano individual, que Ovidio o Lucano; el encuentro con Pier della Vigna o el cambio de aspecto de los ladrones florentinos poseen una intensidad y una exactitud en la expresión, un grado de contenido de realidad que no es comparable a ninguna obra de la Antigüedad justamente porque, igual que ocurre con los símiles, en lugar de la lejanía poética de la bella apariencia hace acto de presencia aquí la cercanía de la verdad sentenciadora...

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