Il sommo maestro, a l'infern, també

Amos Nattini


MARCO SANTAGATA
Dante. La novela de su vida. Traducció de Giovanna Gabriele.
Cátedra, 2018. P. 89-91.

Podemos afirmar con seguridad que el maestro del joven Dante fue Brunetto Latini. Brunetto, coetáneo de Giamboni (nace entre 1220 y 1230, muere a finales de 1293) es el intelectual más representativo de la Florencia comunal. Notario de alto nivel, güelfo de firmes convicciones, vive exiliado en Francia durante la dominación gibelina entre Montaperti y Benevento (1260-1266); de regreso a Florencia, a lo largo de toda su vida desempeña cargos prestigiosos (entre otros, el de jefe efectivo de la cancillería del Comune), pero sobre todo es un indiscutible punto de referencia de la vida política y administrativa de la ciudad; a su fama de estudioso se asocia, en efecto, la de prudente hombre de gobierno. Giovanni Villani escribe de él que fue «sumo maestro de retótica» e iniciador y maestro en refinar a los florentinos y hacerlos duchos en bien hablar y «en saber guiar y gobernar a nuestra república conforme a la Política». El aspecto destacable de la acción cultural de Latini fue precisamente su concepción noblemente pedagógica de la cultura, por él entendida como un instrumento esencial para la convivencia cívica y que por ello debía ponerse al servicio de los ciudadanos. Brunetto es autor de un número considerable de obras; la más importante es una gran enciclopedia en francés titulada Tresor («Mi tesoro te dejo encomendado», dirá su alma despidiéndose de Dante, a quien ha encontrado en el Infierno). Han de recordarse también la versión reducida de la enciclopedia, escrita en verso en lengua toscana y conocida como Tesoretto, así como un poema narrativo sobre la amistad, el Favolello. Desde el punto de vista de la formación de Dante, ocupan un lugar especial sus romanceamientos del De inventione y de algunas oraciones de Cicerón, y un tratado en lengua vulgar dedicado a la Retórica. La retórica, en su doble aspecto de oratoria político-civil (el arte de los rettori municipales) y de arte de escribir, sobre todo textos epistolares, es uno de los pilares de su magisterio cívico.

En el Infierno, Dante colocará a Brunetto entre los sodomitas. Un pecado que Latini «mundano hombre», como dice Villani repitiendo lo que el propio Brunetto dice de sí mismo («se nos tiene / por algo mundanillos [disolutos]») quizá no ocultaba, si es que una canción suya a un poeta florentino, Bondie Dietaiuti, puede entenderse (cosa no segura) como un texto amoroso: sería el único ejemplo en toda la poesía del siglo XIII de una composición homoerótica. Dante muestra dolor al verlo correr desnudo y chamuscado sobre un arenal ardiente. En la emoción que planea sobre su encuentro vibra una fuerte pietas filial: si en Dante está vivo el recuerdo de la «buena imagen paterna» de Brunetto, este se dirige a él por dos veces llamándolo «hijo». Con ningún otro muerto florentino de los que encontrará en la Comedia Dante muestra haber tenido una relación tan íntima como con él. Intimidad que parece remontarse precisamente a su primera juventud. Brunetto ha sido para él padre y «maestro», un maestro que enseñaba «cómo el hombre se hace eterno», cómo vencer a la muerte con la escritura.

Brunetto habrá ejercido su tutoría cultural y espiritual con su ejemplo, con sus escritos, pero también —podemos casi presumir— con auténticas clases de lengua y estilo latinos y con consejos de lectura. Lecturas de autores latinos, con Cicerón a la cabeza; gracias a él Dante puede haber conocido el De amicitia, otro de los libros fundamentales para su formación. La retórica de la prosa latina ha sido la enseñanza de Brunetto que con el tiempo se ha revelado más fructífera. En su edad adulta, Dante pondrá muy a menudo al servicio de señores que lo protegerán, y de compañeros de exilio, su conocimiento del latín y de las reglas retóricas que regían entonces el arte epistolar. Desempeñar tareas de cancillería y secretaría escribiendo cartas y documentos se convertirá para él en una especie de profesión y también en un medio de vida durante las estrecheces económicas del exilio. Brunetto, que como notario ejercía profesionalmente el ars dictandi, es decir, la práctica de redactar cartas en latín, había sido el más importante «dictador» activo en Florencia. Es inevitable pensar que a su joven pupilo le transmitiera antes que ninguna otra cosa las técnicas de esa escritura profesional...

Comentaris

Entrades populars