Nota introductòria al cant XV

quelli che vince, non colui che perde.

Infern, XV, 124


Botticelli

JOSÉ MARÍA MICÓ
Dante Alighieri. Comedia. Pròleg, comentaris i traducció de José María Micó.
Acantilado, 2018.

Después de pasar junto a los blasfemos, Dante y Virgilio avanzan por uno de los márgenes de la zona, un arenal comparable a los diques de Flandes y a los terraplenes con que en Padua se protegen de las crecidas. Se alejan, pues, del bosque y topan con una hilera de almas. Una de ellas reconoce a Dante: es Brunetto Latini, reconocido a su vez por el cantor de Beatriz. Acomodan su paso para avanzar juntos todo el trecho que sea posible y mantienen una conversación cargada de afecto y de respeto. Dante explica a su maestro cómo y por qué ha llegado hasta ahí, todavía con vida, y Brunetto augura a su discípulo un futuro glorioso, acorde con las esperanzas que él mismo albergaba y que habría favorecido con más ímpetu de no haber muerto demasiado pronto. Después se aíra y entristece porque sabe lo que la Florencia del futuro le depara a Dante. Son versos amargos y bellos: amargos por la certificación de la deshonestidad, la ingratitud y la envidia de sus conciudadanos, y bellos por el valor moral de la transmisión de la cultura y por la esperanza de la perennidad de algunas obras humanas, que es la lección que el discípulo reconoce y agradece a su maestro, para asegurarle después que sabrá afrontar las penas del exilio y que el relato de la peripecia de su vida está encaminado a Beatriz, que lo completará («una mujer que bien sabrá glosarlo»). Virgilio cree que ya han hablado bastante y recomienda a Dante que asimile lo que ha oído, pero éste sigue hablando con Brunetto y le pregunta por los otros espíritus condenados en ese recinto del séptimo círculo por sodomía. Menciona al gramático Prisciano y a un par de contemporáneos: el jurista Francesco d'Accorso y Andrea di Spigliato dei Mozzi, que fue obispo de Florencia hasta que el papa Bonifacio VIII lo destituyó y mandó a Vicenza («del Arno al Bachiglione»), donde murió. Brunetto debe interrumpir la conversación porque se acerca otro grupo de pecadores con los que no conviene mezclarse, pero antes le encomienda a Dante su gran obra, el Tesoro. La sencillez del símil con que el poeta de la Comèdia expresa el modo en que Brunetto se aleja (como en una carrera que se celebraba en Verona) y el prodigioso verso final que lo matiza logran singularizar al personaje y dotarlo, en su desgracia, de la dignidad que tuvo y del afecto que merece.

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