Nota introductòria al cant XXIII

Miquel Barceló



JOSÉ MARÍA MICÓ
Dante Alighieri. Comedia. Pròleg, comentaris i traducció de José María Micó.
Acantilado, 2018.

Dante y Virgilio avanzan en silencio y en fila india como frailes franciscanos. Rememorando la escena anterior, Dante piensa en su similitud con la fábula de Esopo del ratón y la rana, y enlazando sus pensamientos cae en la cuenta del peligro que corren y pide a Virgilio que busquen un escondite para protegerse de los demonios. Virgilio dice haber pensado lo mismo y propone un plan, pero en ese momento los atacan los Malasgarras. El maestro toma a Dante en sus brazos (como una madre haría con su hijo en un incendio) y se desliza veloz por la escarpada pendiente hasta la bolsa siguiente, a la que los demonios del recinto anterior no tienen permitido acceder. Allí están los hipócritas, que avanzan fatigosamente, abrumados por el peso de mantos y capuchas de plomo que brillan como si fueran de oro (por el aspecto las compara con las de los monjes benedictinos, y por el peso con uno de los métodos que, según algunas leyendas que circulaban en la época, usaba Federico II para ajusticiar a los condenados, cociéndolos envueltos en una túnica de plomo que se fundía en el tormento). Son tantos los pecadores a los que van adelantando que Dante pide a su maestro que le destaque algunos. Un pecador percibe el acento toscano y se ofrece a hacer de informador. Dante se detiene para esperarlo y se le acercan dos que lo examinan intrigados porque lo ven respirar. A petición de uno de ellos, Dante se identifica; después lo hacen los pecadores: son Catalano dei Malavolti (el que habla), y Loderingo degli Andalò, dos frailes boloñeses de la congregación de los Caballeros de la Milicia de la Beata Virgen María (fundada por Loderingo), conocidos como frati Godenti por su propensión a las actividades mundanas. Dante inicia una invectiva contra los dos boloñeses (que además habían ejercido al alimón el cargo de podestà de Florencia tras la batalla de Benevento, 1266), pero la interrumpe al ver a otro condenado sometido a un castigo distinto: crucificado en la Tierra y pisoteado por los demás pecadores. Catalano explica que se trata del sumo sacerdote Caifás, y que también están ahí su suegro Anás y todos los miembros del senedrín que condenó a Cristo. Virgilio queda muy sorprendido de la escena y luego pregunta por dónde pueden pasar a la bolsa siguiente; la explicación de Catalano (una parte se derrumbó, pero puede caminarse sobre las ruinas) le hace comprender que Malacola le había mentido, cosa nada extraña —precisa burlón el fraile boloñés— en un demonio. Virgilio se aleja airado y Dante lo sigue.

Comentaris

  1. Aviam, que a mi un dels l'inferns il·lustrats que més m'agraden és el de Barceló. Però ara, mirant-me bé la imatge pensava a què treuen cap aquestes ombres, si l'infern és fosc com la gola d'un llop i les animetes no tenen cos, que són això, animetes, que aquí l'únic que pot fer ombra és Dante...en fi, hauré d'acceptar pop com a animal de companyia. E se non è vero, che sia bello, o com se digui.

    ResponElimina
    Respostes
    1. I aquí sembla que fa un sol que esquerda les pedres. Tot i així, é bello.

      Elimina

Publica un comentari a l'entrada

Entrades populars