La grande bellezza
Cartoline Dantesche ─ La Divina Commedia [Serie Alessandrelli]. Aquí. |
Mi Dante
Confluencias, 2012. P. 66-70
La poesía de Dante alcanza cimas extraordinarias, y quizá el canto de Ulises sea la más alta, o al menos una de las más famosas y enigmáticas.
Los pecadores del canto XXVI son los malos consejeros, los astutos, los que no juegan a cara descubierta. Como usan mal el libre albedrío y la inteligencia, el mayor don que Dios haya concedido al hombre, el Señor los ha arrojado a este rincón del Infierno.
El canto XXVI es un canto que ha sorprendido a generaciones de lectores, que siempre se han preguntado cómo es posible que un hombre de la sagacidad de Ulises haya ido a parar al Infierno, visto que perseguía el conocimiento. A mí siempre me ha dado que pensar el que Dante uniera, de algún modo, a dos figuras literarias muy importantes: Primo Levi y el poeta ruso Osip Emilévich Mandelstam. Ambos, encerrados en los lugares más infames que el hombre pueda concebir, uno en el campo de exterminio de Auschwitz y el otro en un gulag en Siberia, intentaban superar tanto horror recurriendo a la Divina Comedia; Mandelstam escribió un ensayo sobre el canto de Ulises; Levi intentaba explicar el mismo canto a un lavaplatos del lager. Los dos sabían que no solo existía el mal absoluto que allí veían, sino que el hombre también es capaz de alcanzar cimas sublimes.
En el cine, a menudo se recurre al flashback para mostrar al espectador algo que ha ocurrido antes. De repente aparece un fundido y la escena siguiente muestra al protagonista mientras realiza una acción fundamental para comprender lo que ha sucedido o lo que sucederá. Lo mismo hace Dante con Ulises, inventándoselo, porque nadie sabe cómo era en realidad Ulises, pero nos lo describe y parece auténtico. ¡Eso es la belleza! El arte empieza cuando la eficacia se sacrifica por la belleza y la verdad. Es más, si las palabras proponen algo mejor, hay que seguirlas. Palabras, no hechos. Las palabras de Dante proponen siempre algo mejor, en algunos casos incluso superan a los hexámetros de Virgilio.
Dante hace hablar a Ulises y se anula a sí mismo; siente que es igual a él, porque Ulises se atrevió con lo incognoscible, y también Dante está afrontando lo incognoscible, y esta vez se está poniendo en lugar de Dios: está juzgando a todo el mundo, y tiene un miedo tremendo.
Estos son los tercetos donde aparece Ulises:Lo maggior corno de la fiamma antica
cominciò a crollarsi mormorando,
pur come quella cui vento affatica;
indi la cima que e là menando,
come fosse la lingua che parlasse,
gittò voce di fuori e disse: «Quando...
Aquí Dante, como muchas otras veces, usa la técnica del encabalgamiento: un verso termina dejando inacabada la frase, que continúa en el verso siguiente. Este hallazgo acelera y hace avanzar la lectura, es como estar en medio de una inundación, que empuja tanto a querer saber más, que es imposible quedarse parado, es como ir en un tren que acelera cada vez más y lleva directamente al fin de Ulises, que es el fin de todos.
Hay versos maravillosos, como aquellos en que Ulises dice que no quería quedarse con Penélope, su padre y su madre, porque quería conocer el valor y los vicios humanos:
ma misi me per l'alto mare aperto
No dice «mi misi», dice «misi me». ¿Sentís su fuerza? Basta cambiar una letra. Se imagina a sí mismo como un ser gigantesco, el espíritu del hombre, que se alza sobre sí mismo y se coloca en un punto: «¡Tú tienes que estar aquí!» Es el hombre que se convierte en Dios y se ordena a sí mismo: «¡Este es tu camino!»
Quién sabe de dónde habrá sacado Dante los versos en que dice:
«Considerate la vostra semenza:
fatti non foste a viver come bruti,
ma per seguir virtute e canoscenza».
Li miei compagni fec' io sí aguti,
con questa orazion picciola, al cammino,
che a pena poscia li avrei ritenuti;
e volta nostra poppa nel mattino,
de' remi facemmo ali al folle volo
«...de' remi faccemmo ali al folle volo». Son cosas que hacen subir la fiebre. Es una imagen vertiginosa de la humanidad. Todos somos hijos del propio hijo y padres del propio padre. De nuevo la belleza que se atrapa en un solo momento, como cuando Dante describe el Paraíso a modo de una rosa, pero no consigue decirnos qué es con precisión, porque más allá de la rosa no hay nada. Tras la rosa queda...¡la rosa! No está ni siquiera la nada.
Giorgio Caproni escribió un hermoso poema:
Un'idea mi frulla
dopo di noi non c'è nulla
che già sarebbe qualcosa.
Una idea me ronda
sublime como una rosa
tras nosotros no hay nada
ni siquiera la nada
que ya sería alguna cosa.
Cuánta perfección en el verso «scema come una rosa», donde «scema» quiere decir «sublime» y tantas otras cosas. Se siente la profunda influencia de Dante, muy presente también fuera de Europa. Pensemos en Moby Dick...Melville tuvo que haber leído, a la fuerza, el canto de Ulises. Y de hecho lo leyó en la versión de Longfellow, la traducción clásica americana, espectacular y un poco barroca, pero extraordinaria. Cuando Moby Dick muere, ¿acaso no es igual el capitán Ahab al Ulises de Dante del final del canto?
Cinque volte racceso e tante casso
lo lume era di sotto da la luna,
poi che 'ntrati eravam ne l'alto passo,
quando n'apparve una montagna, bruna
per la distanza, e parvemi alta tanto
quanto veduta non avea alcuna.
Noi ci allegrammo, e tosto tornò in pianto;
ché de la nova terra un turbo nacque
e percosse del legno il primo canto.
Tre volte il fé girar con tutte l'acque;
a la quarta levar la poppa in suso
e la prora ire in giú, com' altrui piacque,
infin che 'l mar fu sovra noi richiuso.
¡Cuánta belleza y cuánta perfección!
Comentaris
Publica un comentari a l'entrada