L'ombra del dubte
ROBERTO BENIGNI
Mi Dante
Confluencias, 2012
Confluencias, 2012
Ugolino della Gherardesca, de Pisa, era conde de Donoratico, gibelino como toda Pisa, acérrima enemiga de Florencia. En el curso de la batalla naval de Meloria, que acabó con la derrota de Pisa, Ugolino, en vez de intervenir con sus doce galeones, se limitó a observar la derrota de su ciudad, de la que obtuvo después el poder. Más tarde permitió que Florencia instalase a los güelfos en el gobierno de Pisa, y además concedió a la ciudad de Lucca algunos castillos, plazas fuertes del sistema defensivo de la ciudad.
El arzobispo Ruggiero degli Ubaldini, gibelino pese a ser un hombre de la Iglesia, enardeció a los pisanos diciendo que el podestá se estaba haciendo güelfo; después, mientras Ugolino se encontraba fuera, le dijo, mintiendo, que su amigo Nino Visconti quería hacerse con el poder. De este modo lo atrajo a Pisa, donde capturaron al conde para luego encerrarlo en la torre de la Muda, propiedad de los Gualandi, junto a sus hijos Gaddo y Uguccione, y sus nietos Anselmuccio y Nino. Por orden del arzobispo Ruggiero se arrojó la llave del calabozo al Arno, y a los cinco prisioneros se les dejó morir de hambre.
El Ugolino dantesco está en la parte más baja del Infierno, en el círculo noveno, el último antes de Lucifer. Aquí están los traidores, sumergidos en el hielo del río Cocito y repartidos en cuatro zonas: en la primera (Caína) están los traidores a la familia; en la segunda (Antenora) los traidores a la patria; en la tercera (Tolomea) los traidores a parientes y amigos; en la cuarta (Judeca) los traidores a los bienhechores.
Dante coloca a Ugolino en Antenora junto a sus cuatro jóvenes hijos, en vez de dos hijos y dos nietos, y escenifica así el dolor más inmenso que pueda existir: el de un padre que ve morir a sus propios hijos que le piden ayuda, sin poder hacer nada para impedirlo. Además, por otra parte, mueren por su culpa.
Cuando el poeta llega al noveno círculo ve a un condenado que está comiéndose la cabeza de otro, mordiéndole la nuca y masticándola.
La bocca sollevò dal fiero pasto
quel peccator, forbendola a' capelli
del capo ch'elli avea di retro guasto.
Después, el bombazo:
«[...] Tu dei saper ch'i' fui conte Ugolino,
e questi è l'arcivescovo Ruggieri:
or ti dirò perché i son tal vicino...»
¡Casi nada! ¡El conde Ugolino zampándose el cráneo del arzobispo Ruggiero! Y le dice a Dante que le contará lo que le sucedió en realidad. Lo más increíble es que nadie sepa de verdad lo que ocurrió en la torre de la Muda. Dante tiene por nosotros un sueño de una potencia inconmensurable:
«[...] Quando fui desto innanzi la dimane,
pianger senti' fra 'l sonno i miei figliuoli
ch'eran con meco, e dimandar del pane...»
Sus hijos tienen hambre, lloran y piden pan a su padre:
—Papá, dame algo de comer...
Los hijos creen que el padre es un dios que todo lo puede, pero Ugolino es impotente frente a la muerte y al dolor.
[...] Come un poco di raggio si fu messo
nel doloroso carcere, e io scorsi
per quattro visi il mio aspetto stesso,
ambo le man per lo dolor mi morsi;
ed ei, pensando ch'io 'l fessi per voglia
Todo el canto se basa en el comer y en la imagen de Ugolino que, no sabiendo qué hacer, se muerde las manos desesperado. El dolor atraviesa el corazón de los cinco cuando los hijos le dicen que se alimente de sus mismas carnes.
[...] Poscia que fummo al quarto di venuti
Gaddo mi si gittò disteso a' piedi,
dicendo: «Padre mío, ché non m'aiutti?»
Llegados al cuarto día, el pequeño ya no puede más. Es algo insoportable, y no sólo por el sufrimiento del hijo pequeño, sino porque las palabras de Gaddo son las que Cristo pronunció en la cruz: «Padre, ¿por qué me has abandonado?» En la referencia a la crucifixión y en la cara del Cristo vemos la de todos los que sufren y piden ayuda frente al infinito dolor. Ni siquiera Jesús obtuvo ayuda de su padre en el momento supremo de su sufrimiento.
Quivi mori; e come tu mi vedi,
vid' io cascar li tre ad uno ad uno
tra 'l quinto di e 'l sesto; ond' io mi diedi,
già cieco, a brancolar sovra ciascuno,
e due dí li chiamai, poi che fur morti.
Poscia, piú che 'l dolor, poté 'l digiuno.
También sobre este último verso se han escrito miles de libros. ¿Cuál es el sentido? ¿«Después, más que el dolor pudo el hambre y me los comí»?; o bien: «Después, más que el dolor pudo el hambre y me morí de hambre también yo?» La segunda hipótesis parece más sostenible. Está fuera de duda que el poeta ha querido dejarnos a posta en la incertidumbre...
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