Re-mordiment

Alberto Martini, 1943


VIOLETA DÍAZ-CORRALEJO
Los gestos en la literatura medieval
Gredos, 2004. P. 191-192


En los Cantos XXXII y XXXIII, en el episodio de Ugolino, hay una verdadera polifonía de mordiscos: Ugolino muerde —en la cabeza— al obispo Ruggiero (XXXII 128); se los compara con Timeo que mordió furiosamente a Menalippo (XXXII 130); Ugolino deja de morder sólo para contar su historia (XXXIII 1-2); se muerde a sí mismo de dolor impotente (XXX 58), en su sueño las perras atacan a mordiscos al lobo y sus crías (XXXIII 35-36), y, finalmente, cuando acaba el relato vuelve a morder furiosamente la cabeza del obispo (XXXIII 77). El narrador deja la duda de la antropofagia en el último verso, ambiguo, del relato.

Ugolino muerde la cabeza (sede del pensamiento) del obispo Ruggieri, que con sus mai pensieri (v. 16) traicionó al conde y causó su muerte. El gesto de Ugolino simboliza el re-mordimiento que lo va a atormentar para la eternidad.

En cuanto al último verso de la narración de Ugolino, más que en la posible antropofagia, hay que pensar, atendiendo a las notas que va desgranando a lo largo del relato,

Ambo le mani pero lo dolor mi morsi
(v. 58)

[Mis dos manos por el dolor mordí];

Queta 'mi allor per non farli più tristi
(v. 64)

[Me calmé entonces por no hacerlos más desgraciados],

que el terrible dolor que ha estado reprimiendo mientras sus hijos y nieto estaban vivos, para no martirizarlos aún más, se manifiesta una vez que ellos han muerto

ond'io mi diedi
già cieco a brancolar sovra ciascuno
e due dí li chiamai, poi che fur morti.
(vs. 72-4)

[por eso me dediqué / ya ciego, a palpar a cada uno / y los llamé dos días, luego que hubieron muerto]

Una vez desahogado el dolor, Ugolino siente, a su vez, la mordedura del hambre, superior a cualquier otro dolor en un organismo que muere por falta de alimento.

La significación más inmediata de tanto mordisco es la animalidad profunda del pecador que, por su ambición personal, empleando la malicia y una violencia agresiva extremada, no duda en alterar la paz y la convivencia y con ellas los planes divinos para su familia, para su ciudad y, por consiguiente, para la salvación personal de los pertenecientes a ellas.

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