L'ordre moral del Purgatori

Dante Alighieri. Comèdia.
Pròleg, comentaris i traducció de José María Micó.
Acantilado, 2018.


ERICH AUERBACH
Dante, el poeta del mundo terrenal. Traducció de Jorge Seca.
Acantilado, 2008.


El orden moral del Purgatorio, como ya dijimos, sigue la tesis también aristotélico-tomista según la cual los vicios proceden del amor equivocado, y ya no hace referencia a las malas acciones particulares; los escalones de la puerta de entrada y las palabras del ángel que la abre simbolizan el sacramento de la confesión y sólo una vez traspasada esa puerta, y por tanto cuando el alma ha sido absuelta de su culpa terrenal y en la definitiva conversio ad deum ya no está expuesta a la tentación, comienza la purificación, la curación de sus heridas. Pero antes de que Virgilio y Dante alcancen esa puerta, atraviesan una región donde esperan las almas que todavía no han sido admitidas para la purificación: los difuntos excomulgados y los que sólo se arrepintieron en el momento de morir ya fuera por negligencia o porque fallecieron repentina y violentamente. Entre los espíritus que esperan están también las almas del valle de los príncipes que reinaron en el orden terrenal, todavía imperfecto y a la espera de su realización; hasta ellos penetra en la noche la serpiente de la tentación y contra ella imploran y obtienen la ayuda divina de los dos ángeles con las espadas. Aquí, a Dante le acomete el maravilloso sueño durante el cual la misteriosa Lucía lo eleva hasta la puerta de entrada: sólo entonces comienza el camino propiamente dicho de la purificación a través de los siete círculos que circundan la montaña. En ellos, las almas se purifican de sus vicios en el orden arriba mencionado de superbia, invidia, ira, accidia, avarizia, gola, lussuria, en el cual la doctrina de Amor está fusionada con la de los siete pecados capitales. La purificación tiene lugar según el principio aristotélico del justo medio , de modo que las almas perseveran en una aspiración opuesta a su naturaleza pecaminosa, hasta que se sienten libres de ese defecto; entonces se lleva a cabo su voluntad de seguir ascendiendo. En la elección de las penitencias, Dante se impuso por fuerza una limitación mayor que en la de los castigos del Infierno, pero su concreción, que tanto allá como aquí se basa en la más rigurosa racionalidad, no es menor; y nuevamente, cada entorno, cada paisaje en los diferentes niveles está adaptado y puesto al servicio del tipo particular de purificación. Rodeadas de imágenes, visiones, voces que anuncian ejemplos de virtud recompensada o de vicios castigados de cada orden correspondiente, las almas reciben su curación a través del sufrimiento; y, o bien el sufrimiento curativo, en la mayoría de los casos, es de tipo contrario a la enfermedad; así, por ejemplo, los soberbios están doblegados soportando grandes pesos, los envidiosos son mendigos ciegos que se sostienen los unos a los otros, los perezosos no paran de moverse con rapidez, los glotones y crápulas, demacrados, se mueren de hambre en presencia de manjares, los lujuriosos permanecen en el fuego purificador; o bien el sufrimiento es del mismo tipo, una simbolización concreta del vicio correspondiente que representa la actitud de los penitentes y que está en dolorosa contradicción con su buena voluntad; éste es el caso de los avaros que están encadenados al suelo boca abajo, y de los coléricos que se mueven en una nube de humo negro. Si bien en el Purgatorio la diversidad de los destinos finales es mucho menor que en el Infierno, sin embargo, esta circunstancia no anula de ninguna manera la continuidad de la personalidad terrenal. Todo aquel que habla o se presenta no es únicamente un penitente de este o de aquel grupo, sino que sigue siendo simultáneamente lo que fue en la Tierra, el miniaturista Oderisi, el gibelino Buonconte, el príncipe Hugo Capeto, el poeta Estacio o Arnaut Daniel. Pues de la misma manera que el castigo en el Infierno, la penitencia aquí no es algo nuevo, añadido, que suprime el carácter del afectado y le hace hundirse en la multitud de los que cargan con la misma falta y la misma penitencia, sino que es una actualización de facultades que ya estaban contenidas en su carácter terrenal, y por tanto, una continuación e intensificación del mismo. De ahí que pese a la uniformidad de la actitud penitente persista la diversitat individual en el modo en que es llevada y referida a los datos particulares de la propia vida, y esta propia vida no está hundida ni olvidada sino que está contenida en la penitencia de un modo completamente presente y con toda la riqueza de su particularidad, del habitus físico y psíquico, del temperamento y de las aspiraciones prácticas que en otro tiempo alimentaron esas personas.

En la cima de la montaña del Purgatorio, en el «nobilissimo loco totius terrae» [«en el lugar más noble de toda la Tierra»] está el Paraíso terrenal en el que Adán y Eva fueron creados y en el que vivieron hasta el pecado original. Para relacionarlo con el Purgatorio, Dante se valió de una tradición que, como la figura de la montaña del Purgatorio, tiene un origen oriental y fue un lugar común durante la Edad Media; que no se trata de un lugar de residencia de los fallecidos sino de un lugar de paso, lo dice también Tomás. Como escenario de la felicidad terrenal sólo podía ser imaginada la cima de la purificación consumada, cima que todavía pertenece a la Tierra pero que ya está exenta de las condiciones naturales de ésta y sometida directamente al influjo del movimiento celeste. Pero al mismo tiempo, esta región del más allá, la más baja a la que Beatriz desciende para recibir a Dante, representa también la perfección terrenal que él repudió cuando la muerte de su amada lo apartó de ella; y por ello, tras haber recorrido todos los estadios de purificación del Purgatorio, deben cumplirse aquí la confesión y la penitencia particulares que atañen únicamente a Dante y que tienen por objeto aquel repudio. Dante, en su primera juventud, fue distinguido con la alta gracia divina de manera que parecía llamado a la perfección máxima que le era posible alcanzar a un ser humano en la Tierra; pero después del rapto y de la transfiguración de Beatriz, cuya presencia le mantenía en el recto camino, se alejó de esa perfección. No se ha conservado ningún testimonio claro que nos permitiera hacernos una idea del tipo de alejamiento; del lugar de la confesión y de la penitencia sólo puede deducirse que los vicios purgados en los círculos del Purgatorio, aunque hayan ocasionado por completo o en parte el repudio, no constituyen, sin embargo, lo verdaderamente propio del extravío de Dante, el cual es más bien algo completamente personal, sólo característico de él, como persona extraordinariamente agraciada; en el texto se dice que tras la pérdida aparente de este bien supremo, lo sedujeron otros bienes terrenales de menor valor, pero ninguno de los vicios del Purgatorio se puede identificar con este dejarse tentar, sino que fue un pecado extraordinario que sólo puede cometer aquél a quien se ha dispensado de una gracia extraordinaria. Dar un marco a la expiación de este pecado es una de las funciones del Paraíso terrenal que Dante perdió por su repudio; otra función no menos adecuada de esta región es la de servir de escenario para la gran alegoría de la historia universal de cuyos detalles nos ocuparemos en seguida en la presentación del sistema histórico-político de la Comedia; únicamente en el lugar del primer orden terrenal incorrupto hasta la caída de Adán y Eva podía ser representado consecuentemente el segundo orden y la segunda caída, tal como Dante considera la historia universal desde el advenimiento de Cristo. 

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