Nota introductòria al cant III


Renato Guttuso


JOSÉ MARÍA MICÓ
Dante Alighieri. Comedia. Pròleg, comentaris i traducció de José María Micó.
Acantilado, 2018.


Las almas y los poetas huyen en desbandada y Dante procura mantenerse cerca de Virgilio, que tiene mala conciencia por haber reaccionado de esa manera y decide dejar de correr. Avanzan más acompasadamente, con el sol a la espalda, y Dante vuelve a contemplarlo todo con curiosidad, y cuando se da cuenta de ser el único que proyecta sombra, mira para atrás para asegurarse de que Virgilio sigue acompañándolo. Virgilio le reprocha sus dudas y lo conforta explicándole que su cuerpo murió en Brindisi y está enterrado en Nápoles (donde en este momento, precisa, cae la tarde), y le da una emocionada explicación a propósito de la esencia de las almas y del designio divino: es un misterio y los humanos deben conformarse con el estado de las cosas (el quia de las argumentaciones escolásticas), pues de lo contrario no habría hecho falta que naciera Cristo; además, los filósofos han fracasado en su deseo de comprenderlo todo. Llegan al pie de la montaña, y mientras Virgilio piensa cómo y por dónde abordar tan dificultosa ascensión (pues la ladera era más abrupta que los arrecifes de Liguria), Dante ve en lontananza un grupo de almas que se acerca lentamente. Esperanzados, los poetas deciden ir hacia ellas para pedirles ayuda. Virgilio les explica la causa y el espíritu que va delante del grupo, tras comprobar que Dante no lo conoce, le muestra una herida en el pecho y cuenta su historia: es Manfredo, nieto de la emperatriz Constanza, y quiere que por Dante sepa el mundo que no está entre los condenados, sino entre los salvados, porque se arrepintió en trance de muerte tras haber cometido muchos pecados (cayó en la batalla de Benevento, 1266); sus restos fueron exhumados por el obispo de Cosenza (con el beneplácito del papa Clemente), y dejados insepultos en tierra de nadie, pues las almas que están en su caso —es decir, las de los excomulgados salvados por misericordia divina, que son las que pueblan el antepurgatorio— deben permanecer fuera del purgatorio durante un tiempo treinta veces superior a la duración de su contumacia en vida, a no ser que el plazo se acorte por efecto de las oraciones: por eso le pide a Dante que revele su situación a su hija Constanza.


Giovanni Battista Galizzi, 1943

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