Purgatori, V, 100



ERICH AUERBACH
Dante, el poeta del mundo terrenal. Traducció de Jorge Seca.
Acantilado, 2008. P. 273.


...Y finalmente nos queda por señalar que el rigor de la construcción métrica se ajusta casi siempre al sentido y al ritmo y proporciona a Dante un recurso estilístico que, precisamente por su rareza y su aparente desacato a las reglas fijadas, produce unos efectos prodigiosos: en momentos de suprema emoción desborda el dique de contención del final de verso rimado. Cuando al inicio de su viaje ilustra el anochecer y a los seres terrenales liberados de las fatigas del día, la conciencia de la brega inminente le hace quebrar el terceto en la mitad del tercer verso; del paisaje vespertino se alza, como una tormenta repentina, el «ed io sol uno m'apparecchiava» (y yo solamente me preparaba) [Inf. II, 3] y se lanza hacia el nuevo verso sin respetar la pausa de final de terceto. No abundan este tipo de ejemplos; tampoco debemos suprimir sin más la pausa rítmica allí donde la frase rebasa el final del verso, sino todo lo contrario, en caso de duda, el final de verso significa siempre un alto. Pero algunos pasajes son clarísimos. En el terceto que contiene la muerte de Buonconte

Quivi perdei la vista, e la parola
Nel nome di Maria finii; e quivi
Caddi...

podemos considerar la posibilidad de una pausa breve tras parola, pero el quivi caddi forma una unidad.

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