Una dona i el seu destí
Pia de' Tolomei, Dante Gabriel Rossetti, ca.1868 |
ERICH AUERBACH
Acantilado, 2008. P. 234-236
[...] es una experiencia interior de la que Dante se sirve cuando, bruscamente, hace que sus personajes se presenten a partir del recuerdo que tienen de sí mismos; recuerdan, y el asunto o la materia de su recuerdo les es ofrecido por su destino final y les muestra su completa concordancia con su carácter. Por este motivo, no pueden acordarse de nada más que de lo característico, e independientemente de la imagen particular de sus días terrenales que el recuerdo pueda evocar, esta imagen tiene que ser siempre decisiva y abarcar por completo su carácter; incluso en aquellos que preferirían permanecer ocultos, el encuentro con el vivo les costriñe a hablar, y la expresión que encuentran tiene que ser al mismo tiempo la más ingeniosa y la más personal, pues ya se conocen a sí mismos y conocen el sentido de su existencia, y, en la máxima actualidad, siguen siendo idénticos a sí mismos.
De ahí que el poema conste de una larga serie de autorrepresentaciones tan claras y tan exhaustivas que llegamos a saber algo de aquellos que hace muchísimo tiempo que murieron y que vivieron en circunstancias tan distintas a las nuestras o que quizás no hayan vivido nunca, y eso es tal vez más de lo que llegamos a saber de nosotros mismos y de nuestros más allegados, con quienes nos relacionamos cada día y que permanece oculto, esto es, la clave sensible que domina y ordena toda su existencia. La clave sensible que nos da Dante es la mayoría de las veces muy sencilla, a menudo una frase corta; pero aun cuando parezca pobre y sencilla, se requiere una capacidad de concentración casi sobrehumana para encontrarla, y adquiere su riqueza de la abundancia de vivencias que encierra y de las cuales se deriva; las vivencias están reducidas a la mínima expresión, pero lo expresado es lo decisivo, y lo omitido está contenido en ello y suena simultáneamente. Cuando el viejo Montefeltro dice: «Io fui uom d'arme, e poi fui cordigliero» (Inferno XXVII, 67), se da con ello la clave sensible de este ser humano duro y astuto en el que vivía un ansia secreta pero insuficiente de pureza, y si de todas sus acciones únicamente cuenta aquella ocasión en la que no pudo resistirse a la tentación de valerse una sola vez más de la astucia, con ello no sólo está decidido su destino final sino que queda definido él mismo, y toda la plétora de su existencia que permanece sin ser pronunciada —luchas, tribulaciones, intrigas y los días de penitencia vana— está contenida en la clave sensible.
No existe imitación de acontecimientos presentes que sea más real y más esencial que el recuerdo en el más allá de Dante. Imaginémonos el tema de una mujer joven y delicada a quien su marido hace matar secretamente en un lugar solitario; intentemos componer una versión dramática o épica de este tema y dotémosla de todo tipo de motivos y detalles ambientales apropiados; y a continuación leamos los dos tercetos del Antepurgatorio, en donde, entre los fallecidos con violencia, Pia de' Tolomei es la última en elevar la voz:
«Deh, quando tu sarai tornato al mondo,
E riposato de la lunga via,»
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