Jocs verbals (nivell avançat)

GEORGES GÜNTERT
«De la veleidad a la voluntad: consideraciones sobre el lenguaje del canto VIII del Purgatorio». Tenzone. Núm. 1, 2000.


Hay otro elemento formal que deja su impronta en la configuración léxica, fonética y semántica del canto VIII. A lo largo del canto se advierte la presencia de dos figuras etimológicas fonéticamente afines entre sí, cuya interferencia culmina en una aequivocatio, capaz de resumir la temática moral del canto: me refiero a los significantes pertenecientes a los verbos «volger(si)» y «volere», en cuyas derivaciones se manifiestan las principales oposiciones semánticas, esto es, veleidad frente a tenacidad, volubilidad frente a constancia, dulzura de los afectos frente a heroicas pasiones.

He aquí el repertorio de las ocurrencias: v.1: «che volge il disio»; v. 40-42: «ond'io, che non sapeva per qual calle, / mi volsi intorno, e stretto m'accostai, / tutto gelato, a le fidate spalle»; v. 48: «come conoscer mi volesse»; v. 64-65: «l'uno a Virgilio, e l'altro a un si volse / che sedea lì»; v. 67: «poi, volto a me»; v. 100: «la mala striscia / volgendo ad ora ad or la testa»; v. 107: «e li angeli dièr volta»; y aún, v. 66: «che Dio per grazia volse». A estas derivaciones verbales se les puede añadir algunas expresiones de carácter sinonímico: en el v. 11 se habla de la figura del «orante» que se orienta hacia el firmamento: «ficcando li occhi verso l'oriente»; análogamente, en el v. 18 leemos: «avendo li occhi alle superne rote», actitud que en el v. 85 es imitada por Dante: «li occhi miei ghiotti andavan pur al cielo». Son gestos orientados hacia el cielo y, por tanto, opuestos a la incertidumbre de quienes se vuelven atrás.  

[...] La aequivocatio, a la que acabamos de aludir, se encuentra en el centro del canto, poco antes de la mitad, en los versos 64-67, donde se produce una rima idéntica entre «volse» (de «volgere») y «volse» (de «volere», modernament «volle»). Se trata del siguiente terceto:

L'uno a Virgilio e l'altro a un si volse
che sedea lì, gridando: «Su, Currado!
vieni a veder che Dio per grazia volse»


A primera vista, estamos frente a un clásico ejemplo de rima equívoca que por medio de un idéntico significante nos ofrece dos significados distintos. Pero ¿es efectivamente así? ¿No podria ser también que el v. 66 significara: lo que Dios por su gracia mudó, permitiendo que el destino de Dante cambiara de rumbo («volse», por tanto, como derivado de «volgere»)? Es verdad que ninguno de los comentarios consultados toma en consideración una semejante lectura, razón por la que yo tampoco quiero forzar el significado de un verso inteligible sin más. Con todo, la ambivalencia existe. Las Concordancias de la Divina Comedia señalan que Dante usa ambas formas disponibles del pretérito de «volere», esto es, «volle» y «volse»: a las 15 recurrencias de «volle» corresponden 9 casos de «volse»; y, por otro lado, la forma «volse» aparece unas diez veces como pretérito simple del verbo «volgere». Estamos, pues, frente a un caso de lectura anfibológica, que prevé la posibilidad de que se actualicen ambos significados, y, dada la frecuencia del juego verbal en el canto, no puede descartarse la idea de que Dante mismo quisiera jugar con la ambivalencia para señalar que en lo profundo de la mente divina no cabía oposición sustancial entre la voluntad y la (r)evolución, bien de los cielos, bien de los destinos humanos.

¿Qué implica entonces esa proliferación de formas verbales derivadas unas de «volere» y otras, de «volgere»? Los ejemplos de por sí hablan claro. A la tentación inicial de veleidad se le contrapone la consciencia de la necesidad de que el peregrino adquiera una heroica fuerza de voluntad, alimento principal de su libre albedrío. El acto de desviar puede, en cambio, ser signo de inconstancia, de debilidad moral, cuando no de pecado. La Serpiente no hace sino torcer su cabeza, y, según la tradición teológica, Satanás es aquel «che volse le spalle al suo fattore» (Par. XI, 128). Puede recordarse, además, un fragmento del primer canto del Infierno, en el que Dante, cogido por un repentino miedo, dice de sí mismo que estuvo a punto de «ritornar più volte volto» (Inf. I, 36), y, de hecho, el peligro de abandonar la empresa obsesiona al peregrino a lo largo de toda la primera Cantica.


Otro juego verbal, «velo-vero», por cierto menos insistente que el anterior, se halla en el único terceto que se refiere a la enunciación. Se trata de un apóstrofe al lector, con el fin de llamarle la atención sobre el verdadero significado de la misteriosa representación nocturna. La paronomasia alude a la compleja relación que media entre el significante (velo) y el significado (vero) del espectáculo alegórico, constituido por los ángeles armados que se aprestan a defender el valle de las insidias nocturnas de la «mala striscia». Oigamos este terceto:

Aguzza qui, lettor, ben li occhi al vero,
ché 'l velo è ora ben tanto sottile,
certo che 'l trapassar dentro è leggero.

Este aviso al lector no deja de ser ambiguo por el significado algo oscuro de la expresión «trapassar dentro»: en efecto, unos entienden que la transparencia del velo permite descubrir sin más el sentido alegórico de la representación, por ser éste evidente; y otros, por el contrario, interpretan que, al ser tan sutil el velo, es fácil pasar adelante sin captar el verdadero sentido. El problema principal, a mi modo de ver, y me baso aquí en los estudios de Fiorenzo Forti, consiste en advertir que no se nos va a representar nuevamente la tentación del Paraíso Terrestre. Lo que Dante y las almas del valle de los príncipes presencian en esta primera noche del Purgatorio es algo así como una parodia de aquel acontecimiento: La Serpiente, imagen de la concupiscentia, ya no puede hacer daño a los príncipes redimidos y, además, dos ángeles armados vigilan desde el anochecer el lugar donde éstos permanecen. Dado el significado eminentemente político de este canto y del precedente (todavía está presente Sordello), la representación, al no constituir un peligro directo para las almas, puede en cambio referirse a las insidias que amenazan a los príncipes de la tierra. En tal caso, por concupiscentia no habrá que entender 'lujuria' o 'sexualidad' sino, al contrario, codicia, la culpa vetus, interpretada como deseo de expandirse y de codiciar las tierras de los demás. Dicho de otro modo, la Serpiente es figura de la ambición política que impide la verdadera paz simbolizada por el color verde del valle y de los ángeles que lo protegen.

Podría objetarse que no conviene atribuir demasiada importancia a una figura retórica dotada de una única recurrencia textual. Pero, bien mirado, no se trata en modo alguno de un fenómeno aislado. Ante todo la paronomasia «velo-vero» tiene una evidente dimensión cognoscitiva que, dada la naturaleza alegórica del espectáculo, queda relacionada con la actividad de «ver», pues sólo mediante la vista Dante y el lector llegan al conocimiento (v. 22: «Io vidi quell'essercito gentile», y v. 25 «e vidi uscir de l'alto e scender giúe / due angeli». Con esto ya advertimos un ulterior juego aliterativo entre «velo», «vero» y las derivaciones de «vedere». Pero hay algo más: el vocalismo inicial de la paronomasia reverbera, poco más adelante, en la cadena de significantes «verdi», «veste» y «verdi penne», referidos a los ángeles que descienden al «verde valle» de los príncipes para protegerlo. Tres tercetos después del apóstrofe, los ángeles defensores son descritos con estos versos:

Verdi come fogliette pur mo nate
erano in veste, che da verdi penne
percosse traean dietro e ventilate.

Lo primero que podemos constatar —y me baso nuevamente en una observación de Fiorenzo Forti que compara este canto con las Epístolas dantescas—, es que en la Epístola V (una exhortación dirigida a los príncipes de Italia con ocasión de la llegada a Italia de Enrique VII), el propio Dante practicaba ese juego aliterativo, También hablaba, en esa misma epístola, de la codicia, comparándola con la Serpiente que se tuerce y se contuerce sobre sí misma: «Itaque, si culpa vetus non obest, que plerunque supinatur ut coluber et vertitur in se ipsam, hinc utrique potestis advertere, pacem unicuique preparari, et insperate letitie iam primitias degustare». Si, pues, el verdadero significado del espectáculo alegórico es una representación de la codicia en el ámbito político, la lectura de la alegoría no resulta tan evidente como suponían los críticos de la lección facilior y el aviso al lector está, por tanto, plenamente justificado.

 Resumiendo lo expuesto, podemos afirmar que el lenguaje del canto VIII se apoya esencialmente en dos paronomasias, una de carácter cognoscitivo («vero»-«velo»), ya que se trata de conferir un sentido al espectáculo alegórico, y otra de índole moral («volgersi»-«volere»), relacionada con el viaje, el exilio político y el destino poético de Dante. Ambas paronomasias acaban por converger en los v. 130 y ss., referidos, por un lado, a la verdadera nobleza de los Malaspina, que a pesar de la degeneración moral aún no se han desviado del recto camino, y, por otro, a Dante mismo, cuyo comportamiento tendrá que ser análogo. Privilegiado por su sangre («natura»), el linaje del marqués no ha cesado de practicar la virtud («uso»), y la combinación de estos factores, naturaleza y nobleza de costumbres, ha dado -en opinión de Dante- resultados admirables:

 Uso e natura sì li privilegia
che, perché il capo reo il mondo torca,
sola va dritta e 'l mal cammin dispregia.

Por otro lado, estas palabras tienen validez para el propio poeta, al que el Marqués acaba deseando que llegue a la cima del monte sin desistir y que cumpla su misión sin desviarse del camino. Del mismo modo que Currado Malaspina amonesta a Dante en el canto VIII, Cacciaguida le aconsejará, desde las alturas del cielo de Marte, evitar las malas compañías y las facciones políticas de ese degenerado valle que es la tierra itálica; habrá, pues, de invertir toda su fuerza creadora en la realización del poema, lo que, sin duda, le obligará a seguir su propia senda y a forjar, através de su obra, su inmortal porvenir.

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