El cant VII

Alessandro Vellutello, 1544

 

ISABEL GONZÁLEZ
JÚLIA BENAVENT
Guía a la lectura de la Divina Comedia
Institució Alfons el Magnànim, 2007


En el canto VII del Purgatorio se distinguen claramente tres partes fundamentales: Sordello da Goito honra a Virgilio cuando sabe quién es; Sordello guía a Dante y Virgilio por la valletta dei principi negligenti, y las indicaciones y las explicaciones de algunos de los negligentes.

Sigue avanzando la tarde, vedi già come dichina il giorno (v. 43) del Domingo de Pascua, día 10 de abril de 1300, y Dante y Virgilio están en la segunda balza del Antipurgatorio, el cuarto grupo, el de los príncipes de  los negligentes, que son los gobernantes y príncipes reinantes que se han dedicado a las glorias mundanas, abandonando, además, a sus subditos. Están todos reunidos en un vallecillo delicioso, muy verde, lleno de flores de varios colores y muy olorosas. Deben permanecer en el Purgatorio los mismoa años que han vivido. Cada día, a la puesta del sol son tentados por la serpiente.

Los personajes fundamentales de este canto son, además de los tres poetas: Rodolfo de Ausburgo, Felipe III, Enrique I, Pietro III, Carlos de Anjou, Pedro y Alfonso III de Aragón, etc.

[...] Se vuelve a hablar de la estructura del Purgatorio: primero Virgilio describe el Limbo y el castigo de los allí condenados y luego es Sordello el que da una serie de informaciones sobre la ordenación del Purgatorio: los que deben estar un cierto período de tiempo en el Purgatorio no tienen una sede fija, sino que pueden moverse por la ladera de la montaña y subir hacia la puerta del Purgatorio. Sólo se pueden mover hasta que se pone el sol, después hay que detenerse hasta el alba o bien descender porque sin la luz no se puede ver el camino hacia lo alto, de igual modo que, sin la luz de la gracia, tampoco el cristiano puede avanzar por la senda justa de la purificación.

También en este canto, como en el anterior, se describe detalladamente el paisaje del Purgatorio: en la costa árida y rocosa de la colina se abre un valle lleno de hierbas y flores de todos los colores donde se recrea la vista y el alma: 


Poco allungati c’eravam di lici,
quand’io m’accorsi che ’l monte era scemo,
a guisa che i vallon li sceman quici.
«Colà», disse quell’ombra, «n’anderemo
dove la costa face di sé grembo;
e là il novo giorno attenderemo».
Tra erto e piano era un sentiero schembo,
che ne condusse in fianco de la lacca,
là dove più ch’a mezzo muore il lembo.
Oro e argento fine, cocco e biacca,
indaco, legno lucido e sereno,
fresco smeraldo in l’ora che si fiacca,
da l’erba e da li fior, dentr’a quel seno
posti, ciascun saria di color vinto,
come dal suo maggiore è vinto il meno.
Non avea pur natura ivi dipinto,
ma di soavità di mille odori
vi facea uno incognito e indistinto

(vv. 64-81)


Este es un lugar muy particular reservado a espíritus muy especiales: los príncipes que demasiado ocupados por las cosas terrenas olvidaron las espirituales, y se arrepintieron tarde.

Además del ciego de verdad, hay también el ciego "psicológico", es decir, el que mira pero no ve nada, o el que no da crédito a lo que ven sus ojos; así se quedó Sordello al ver en el Limbo a Virgilio, ya que no podía creer que pudiese tener ante sí al poeta gloria de los latinos:


Qual è colui che cosa innanzi sé
sùbita vede ond’e’ si maraviglia,
che crede e non, dicendo «Ella è... non è...»,
tal parve quelli;...

(vv. 10-13)


Dante es un verdadero maestro en el uso de las comparaciones con las distintas actitudes humanas. En este caso el "ciego" que aunque tiene vista no ve o el ciego, el que de verdad no tiene vista, lo mento a guisa d'orbo in sù levava (XIII, v. 102), que adopta la misma actitud que adoptó Sapia, la avara sienesa, al ver a Dante vivo en el reino de los muertos.

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