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Nocturno de Chile es la séptima novela del escritor chileno Roberto Bolaño, publicada tras su visita a Santiago de Chile en 1999.
El título original que quería colocarle Bolaño a este libro era el de «Tormenta de mierda», pero sus amigos, el escritor mexicano Juan Villoro y el editor de Anagrama, Jorge Herralde, lo disuadieron de ello.
La novela cuenta la historia del sacerdote Sebastián Urrutia Lacroix, un clérigo derechista del Opus Dei que durante sus últimos años relata cuatro episodios de su vida: la visita a la hacienda «Là Bas» de Farewell, un destacado crítico literario en los años 1950; su viaje por Europa para estudiar técnicas de conservación de iglesias en los años 1960, la mayoría basadas en la domesticación de halcones para la caza de las palomas; las clases de ideología marxista que realizó para Augusto Pinochet y sus colaboradores de la Junta Militar de Chile en los años 1970; y las tertulias literarias a las que asistía en casa de la escritora María Canales, lugar en que también se torturaba a opositores a la dictadura militar. Urrutia se ha convertido en un crítico literario reconocido, que escribe bajo el pseudónimo de H. Ibacache. Toda la narración transcurre con Urrutia enfermo y postrado en su cama, mientras es interrumpido frecuentemente por un «joven envejecido», que actúa como un fantasma o un reflejo de su consciencia.
KARIM BENMILOUD
Entre los numerosos leitmotiv que contiene Nocturno de Chile, uno puede llamar la atención y suscitar la curiosidad del lector: es el famoso «Sordello, ¿qué Sordello?», que aparece once veces en la novela. Presente bajo dos formas, la forma original «Sordello, ¿qué Sordello?» y la forma ampliada «Sordel, Sordello, ¿qué Sordello?», se trata, en efecto, de un breve estribillo insistente y obsesivo, que surge de forma aparentemente imprevisible en la novela, sin que su papel ni su función en la diégesis aparezcan de entrada muy claramente, ni tampoco se resuelva al final de la obra.
El núcleo generador: un malentendido
Después de haber sido invitado por el crítico Farewell a su fundo, Sebastián Urrutia Lacroix, el narrador, sale a respirar aire fresco en la terraza después de la cena. Allí es donde se le acerca el anfitrión, Farewell, quien hace una tentativa para seducirle. Y es bajo el signo de la música como aparece por vez primera el «estribillo» que nos interesa ya que, en la terraza donde conversan, les llegan ecos de los discos que pasan dentro de la casa: «En sordina me llegaron unos acordes de tango y una voz meliflua que se quejaba cantando». En este relato, el sintagma «en sordina» (y la raíz sord-) funciona en realidad como un núcleo generador ya que, poco después, cuando Farewell hechiza al narrador con sus suaves palabras sobre «la noche de los poetas italianos», el crítico le pregunta al narrador si leyó alguna vez a Sordello (sin precisar primero quién es): «¿Y a Sordello?, dijo. ¿Qué Sordello? El trovador, dijo Farewell, Sordel o Sordello.»
En este breve diálogo, se trata pues de un primer malentendido (como se verá, el primero de muchos): el narrador no sabe quién es aquel Sordello.
[...] Siguiendo con su presentación, Farewell evoca asimismo «el Sordello cantado por Dante, el Sordello cantado por Pound», ya que el trovador fascinó a otros poetas famosos: Dante Alighieri, que hizo de él un personaje de su Divina Comedia, el poeta inglés Robert Browning, que contribuyó a hacer de él un mito al dedicarle su poema Sordello (1840); o más tarde el poeta norteamericano Ezra Pound, quien lo celebró en sus famoso Cantos (1954).
MARINA CANTAMUTTO
Las huellas intertextuales en Nocturno de Chile de Roberto Bolaño
En todos estos juegos intertextuales hay un elemento que parecería pasar desapercibido en todo este entramado de sentidos, de juegos paródicos que esconden graves y dolorosas denuncias y es la figura de Sordello, que sin embargo atraviesa como una sombra todo el relato, uno de los tópicos de lectura tal vez más significativos ya que se configura y erige como una suerte de juez externo –en oposición a la figura de juez interno que es asumido por el “joven envejecido”- de Sebastián Urrutia Lacroix. El trouvadour provenzal de origen mantuano que recorre toda la novela como una especie de fantasma es sumamente importante. En el poeta medieval se concentra una densidad de sentidos dirigido a un lector competente capaz de enteder los juegos semánticos que se tejen en torno a su imagen. Sordello da Goito sirvió a varios Señores, entre ellos Riccardo di San Bonifacio en Verona, Ezzelino da Romano en Treviso, Raimond Bérenger IV en la corte de Provençe y Charles I de Anjou. Escribió Ensenhamen d’onor, cuyo contenido son preceptos de moral cavalleresca y el Planh por la muerte de Messer Blacatz (1236) donde invita a todos los príncipes de su época a alimentarse con el corazón del difunto Señor de Blacatz para vencer la vileza que anida en sus espíritus. Esto es lo que lo lleva a ser admirado por Dante en De Vulgari Eloquentia y a ubicarlo en el Purgatorio de su Divina Commedia. El punto neurálgico que une el texto de Bolaño con el trouvador de corte provenzal se encuentra en el Canto VI del Purgatorio. Al encontrar Dante el alma de Sordello y descubrir en él al trouvadour que fue capaz de aconsejar en tono admonitorio a los poderosos de su época que sumieron la patria en condiciones miserables recuerda la situación actual de su amada Italia hundida también ella en infinitas discordias civiles:
“Pur Virgilio si trasse a lei, pregando
che ne mostrasse la miglior salita;
e quella non rispuose al suo dimando,
ma di nostro paese e de la vita
ci ‘nchiese; e ‘l dolce duca incominciava
«Mantüa...», e l’ombra, tutta in sé romita,
surse ver’ lui del loco ove pria stava,
dicendo: «O Mantoano, io son Sordello
de la tua terra!»; e l’un l’altro abbracciava.
Ahi serva Italia, di dolore ostello,
nave senza nocchiere in gran tempesta,
non donna di provincie, ma bordello! (...)
Cerca, misera, intorno da le prode
Le tue marine, e poi ti guarda in seno,
s’alcuna parte in te di pace gode...”
Como en la doble cara de una medalla, en la novela de Bolaño, Sordello parece asumir el rol de guía -que en el texto dantesco es asumido por Virgilio- para acompañar a Sebastián Urrutia Lacroix/Padre Ibacache durante ciertos momentos significativos de la historia de Chile en tanto decodificador y crítico de la historia. Si Dante define a Italia como “sierva”, “lugar de dolor”, “nave sin guía”, “burdel”, el Sordel, Sordello que aparecerá en determinadas situaciones claves adquirirá siempre un carácter admonitorio ante la conducta condecendiente y cómplice del cura. Sordello y el “joven envejecido” son sus dos jueces, el primero externo, el segundo interno...
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