Tres somnis

Francesco Scaramuzza


MARISOL VILLARRUBIA
Sueños, ensueños y apariciones en el Purgatorio de Dante. Su función estructural y significativa.
Tenzone
Núm. 1, 2020


[...]  La primera experiencia de Dante en el Antepurgatorio finaliza con un profundo sueño. El sueño del canto IX, como los otros dos que acontecen en esta segunda Cantica, canto XIX y XXVII, son sueños reales que manifiestan la esencia humana del personaje, así como el verdadero fluir del tiempo. Es la imagen del hombre mortal que queda sometido por su corporalidad.

Los críticos han interpretado los tres sueños del Purgatorio principalmente desde dos puntos de vista. Por un lado, como elementos de organización poética; los sueños señalan los momentos claves en la transición entre las distintas zonas de la montaña. Por otra parte, han destacado el valor profético de los sueños que acontecen al alba.

[...] Si atendemos al aspecto estructural de los sueños observamos, efectivamente, cómo los tres parecen coincidir con el ingreso de Dante en tres zonas distintas del Purgatorio. Cada sueño acontece en un lugar específico, y marca el estado de transición entre esos tres espacios a los que nos referiremos. Así, el primer sueño (Purg. IX, 18-45) señala el paso del Antepurgatorio al Purgatorio donde se limpian los pecados de soberbia, envidia e ira. El segundo sueño (Purg. XIX, 1-33) indica el inicio de la subida a los tres últimos círculos, donde se purgan la pereza, la avaricia, la gula y la lujuria. El tercer y último sueño, (Purg. XXVII, 94-108), señala la entrada al Paraíso terrestre, donde el hombre ya purificado puede comenzar su ascenso al Paraíso celestial.

El sueño del canto IX da paso a los pecados del apetito irascible, pasiones del alma más despreciables e indignas.

El sueño que ocupa toda la primera parte del canto XIX (Villarrubia, 1998) marca el paso de los pecados más graves (apetito irascible) a los menos graves, pero quizá más insidiosos, que son los pecados del apetito concupiscible. A través de este segundo sueño no sólo se preludian los pecados de la carne, sino que se representa el amor mediante su propio juego de ocultación y engaño, es decir, la mujer que se aparece en el sueño del poeta al igual que el amor tiene dos caras: una bella y seductora; otra deforme y repugnante. Este último aspecto brutal se corresponde con la realidad a la que conduce la desmesurada pasión amorosa fuera de este mundo terrenal.

El sueño del canto XXVII (Villarrubia, 1999) es el primer paso del hombre hacia la felicidad prometida. El sueño anuncia la llegada al Edén (Purg. XXVII, 97-142), y se convierte en el preludio del estado de pureza y plenitud humana, representado por el mismo Paraíso Terrestre, “que [...] per terrestrem paradisum figurator”(Monarchia III: 7-8). El sueño es el presagio del camino hacia esa verdadera y graciosa luz que alumbrará la vía para que el alma alcance el máximo grado de elevación.

En cuanto al aspecto estructural de los sueños, queremos puntualizar cómo el valor simbólico del número del canto también coincide con los momentos claves de la  subida a los distintos círculos.

Los dos primeros sueños tienen lugar en los cantos marcados por el número nueve (IX y XIX). El número nueve tiene un valor ritual  e indica “un fin y un nuevo comienzo”. El nueve simboliza la transposición a un nuevo plano, principio y fin, muerte y nacimiento, este número expresa, al igual que los cantos con los que coincide, el fin de un ciclo y el comienzo de otro.

El último sueño, sin embargo, está señalado con el número siete, que simboliza un ciclo completo, indica el sentido de un cambio después de un ciclo consumado y de una renovación positiva, pero a la vez indica el paso de lo conocido (lo ya consumado) a lo desconocido (lo que está por suceder). Por tanto, el significado simbólico del número coincide nuevamente con el significado del canto XXVII, y de éste con los dos cantos analizados anteriormente (IX y XIX).

[...] El primer sueño del Purgatorio, nella valleta dei principi, comienza en las horas que preceden al día:


Ne l’ora che comincia i tristi lai
la rondinella presso a la mattina,
forse a memoria de’ suo’ primi guai,



(Purg. IX, 13-15)


El segundo sueño se repite a la misma hora que en el caso anterior. Dante indica aquí, con una amplia perífrasis la última hora de la noche, antes del alba (innanzi a l’alba).


Ne l’ora che non può ‘l calor dןurno
intepidar più ‘l freddo de la luna,
vinto da terra, e talor da Saturno
quando i geomanti lor Maggior Fortuna
veggiono in orןente, innazi a l’alba,
surger per via che poco le sta bruna -,



(Purg. XIX, 1-6)



El tercer y último sueño, antes de iniciar la subida al Paraíso, se produce también al amanecer:


Ne l’ora, credo, che de l’orìente
prima raggiò ne monte Citerea,
che di foco d’amor par sempre ardente,



(Purg. XXVII, 94-96)


Tres noches, y tres sueños acaecidos al alba, cada vez indicados por la misma introducción “ne l’ora”, que da paso a las distintas perífrasis temporales, y que establece entre ellos una unión no sólo figurativa sino lingüística.

[...] En el canto IX Dante contempla el vuelo de un águila terrorífica. Siguiendo la teoría de Santo Tomás antes expuesta, en aquellos sueños en los que observamos el movimiento o canto de un ave, se denominan “auspicios”, que etimológicamente proviene de la inspección u observación de las aves:


in sogno mi parea veder sospesa
un’aguglia nel ciel con penne d’oro,
con l’ali aperte e a calare intesa;
...

Poi mi parea che, poi rotata un poco,
terribil come folgor discendesse,
e me rapisse suso infino al foco.



(Purg. IX, 19-21; 28-30)


Escribe San Isidoro que los auspicios son de dos clases: uno que está relacionado con los ojos, y el otro que está relacionado con los oídos. Con los ojos, como el vuelo (igual que el vuelo del águila que observa Dante); con los oídos, como el canto de las aves (Etimologías VIII, 9: 18-20). Los auspicios, nos aclara también San Isidoro, es lo que observan quienes emprenden un viaje: son señales prósperas o adversas en las cosas o sucesos imprevistos que acontecen, como a nuestro poeta, a los viajeros en el comienzo de una actividad, y cuyo resultado presagian.

En relación con el segundo Reino, Dante es el viajero del Infierno que tras el sueño del águila comienza su periplo por el Purgatorio. Si partimos del hecho de que el poeta alcanza su objetivo, es decir, el Paraíso Terrenal, podemos afirmar que el sueño es un “auspicio próspero”, ya que el viajero culmina con éxito su empresa, de lo que se deriva que el sueño presagia a través del vuelo del águila el resultado favorable de la subida por la montaña del Purgatorio.

Si aceptamos esta premisa, la imagen del águila debería ser siempre interpretada simbólicamente con signo positivo, independientemente de otros elementos, como su aspecto terrorífico, que supone un problema para los críticos a la hora de identificar el águila del sueño de Dante, con la imagen de Santa Lucia, de belleza y dulzura divinas, imagen de la gracia divina. Sin embargo, no debemos olvidar que Dante identifica a ambas figuras a través de las palabras de Virgilio (Purg. IX, 55-7) cuando cuenta a su discípulo cómo Santa Lucia descendió del cielo al valle, lo cogió y lo transportó hasta la puerta de ingreso al Purgatorio y cómo después, termina Virgilio, “ella y tu sueño”, dice, “desaparecieron al mismo tiempo”. Por otro lado, ya sabemos por los textos bíblicos que la imagen divina no siempre es dulce y apacible sino que, a veces, nos ofrece su aspecto más terrible, como lo es, en ocasiones, la propia justicia divina.

El auspicio señala, indudablemente, algo que está sucediendo en ese preciso instante, el rapto de Dante a manos de Santa Lucia, y que en el imaginario del sueño de Dante adopta la forma de águila (ave celestial y símbolo de Jesucristo, que aparece en las obras de Dante como alegoría del Imperio, la justicia y de la propia gracia divina). El águila actúa como un portento, teniendo en cuenta que revela lo que sucede (el propio rapto) y anuncia lo que va a suceder, es decir, presagia el final del viaje por este segundo Reino...

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