Introducció al cant XIV

I ciechi per invidia, Dalí, 1965


ISABEL GONZÁLEZ
JÚLIA BENAVENT
Guía a la lectura de la Divina Comedia
Institució Alfons el Magnànim, 2007


La estructura del canto XIV del Purgatorio está basada en la palabra: un diálogo entre Guido del Duca y Rinieri de Calboli; una diatriba de Guido del Duca contra la Toscana y la predicción de Guido y su invectiva contra la Romaña. Al final, mientras Dante y Virgilio se alejan del lugar, vemos una serie de ejemplos de envidia castigados.

[...] Los envidiosos, como ya sabemos, están sentados sobre la pared de la roca, con los párpados cosidos por un alambre. Penan su pecado duramente sufriendo los dolores de un cilicio de color morado como su culpa.

[...] Es muy importante el valle "infernal" del río Arno. Dante, valiéndose de las palabras de Guido del Duca, lanza aquí, en este canto XIV, una de las diatribas más violentas contra la maldad de los habitantes de las ciudades toscanas. Es un ataque muy duro y muy largo (vv. 29-66). Siguiendo el recorrido del Arno, que va tocando las ciudades de Arezzo, Pisa y Florencia hasta su desembocadura en el mar, Dante empieza haciendo una condena general de toda la Toscana, región en donde no se puede encontrar ni una sola virtud, para denunciar a continuación los vicios propios del Casentino, de Arezzo, Florencia y Pisa. Con una crudeza descarnada va definiendo a los habitantes de estas ciudades como brutti porci, botoli, piccoli cani ringhiosi, lupi bramosi y volpi astute e fraudolente.

De la condena general se pasa a la denuncia particular de un personaje viviente cuya maldad se anuncia con una profecía que chorrea sangre. Se trata de Fulcieri de Calboli, responsable de muchos asesinatos y venganzas del partido negro en Florencia.

Es de subrayar el lenguaje que Dante usa en toda la diatriba, lleno de términos crudos, un lenguaje más que bajo, realista y propio del estilo del Infierno.

Es también muy de destacar el recuerdo nostálgico de los antiguos hombres nobles. Al ataque contra la corrupción de los hombres y de las costumbres modernas, se opone una larga lista de hombres que vivieron en la región de la Romaña que fueron nobles, a diferencia de sus descendientes. Estamos ante el típico lamento de Dante por los tiempos pasados, en los que reinaba el amor y la cortesía. Dante recuerda una vida feliz y justa, que da al canto una atmósfera de melancolía y nostalgia, que nos hará pensar inmediatamente en el canto XVI del Paraíso, donde será Cacciaguida el que recuerde los nombres de las antiguas familias de Florencia, ciudad sobria y púdica, máxima utopía de Dante.

No conviene pasar por alto el apóstrofe a la humanidad. En los versos finales del canto, Virgilio dice que todo el universo llama al hombre al cielo y, por el contrario, éste siempre mira a la tierra, a los anzuelos demoníacos de los efímeros y falsos bienes terrenales.

Muy colorida es la comparación referente al trueno que, como sabemos, sigue inmediatamente al relámpago. Así las almas de los envidiosos —por ejemplo Caín, que mató a su hermano Abel por envidia—, o en este caso, la voz de Aglauro, hija del rey de Atenas, que impidió, también por envidia, el amor de su hermana con Mercurio, se oyó de repente y rápidamente se alejó, come tuon che si dilegua (v. 134).

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