Nota introductòria al cant XVII

Dalí, 1965


JOSÉ MARÍA MICÓ
Dante Alighieri. Comedia. Pròleg, comentaris i traducció de José María Micó.
Acantilado, 2018.


El autor apela a la experiencia del lector (si ha caminado alguna vez entre la niebla) para que pueda comprender el momento en que los rayos del sol se abrieron camino entre la oscuridad. Por efecto de la fantasía, Dante tiene tres visiones con ejemplos de ira castigada (matizando algunos detalles de las leyendas clásicas o bíblicas): Progne «aquella impía» que mató a su hijo para vengarse del marido y fue transformada en ave); Amán (crucificado en el mismo patíbulo que había preparado para Mardoqueo: Esther 7, 10), y Amata (como se deduce por el llanto de Lavinia, que llora el suicidio de su colérica madre: Eneida, XII, 595-607). La deslumbrante luz del ángel golpea el rostro de Dante con una potencia desconocida (debemos deducir que en ese momento desaparece la tercera P) e interrumpe su fantasía. Una voz le indica el camino de la cornisa siguiente y Virgilio explica que es el mismo ángel quien ha hablado y que conviene seguir. Al pisar el primer peldaño de la escalera, oyen cantar Beati pacifici (otra de las bienaventuranzas del sermón de la montaña). Cuando llegan a la cuarta cornisa está  a punto de caer la noche. Dante, que se siente extrañamente exhausto, le pregunta a Virgilio por la culpa purgada en ese espacio; Virgilio, que quiere que su discípulo entienda bien el asunto, le dice que se trata del amor insuficiente (es decir, la acidia o pereza espiritual) y se explaya sobre la materia en su contexto moral: ni Dios ni los hombres existen sin amor, y el amor puede ser natural o ser el resultado de una elección; este último es falible y puede pecar de tres maneras: «en el objeto o por escasa o excesiva fuerza»; cuando erramos en el objeto de nuestro amor y amamos el mal del prójimo, podemos incurrir en tres pecados: la soberbia, la envidia y la ira, y «ese triforme amor equivocado» se purga en las cornisas inferiores, ya superadas; cuando acertamos el objeto pero erramos en la intensidad, nuestro amor por el bien puede obrar demasiado lentamente (pereza) o desear con exceso bienes superfluos (avaricia, gula, lujuria, los vicios purgados en las cornisas superiores, como se verá).

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