Nota introductòria al cant XXX

Dante incontra Beatrice in Purgatorio, Andrea Pierini, 1853


JOSÉ MARÍA MICÓ
Dante Alighieri. Comedia. Pròleg, comentaris i traducció de José María Micó.
Acantilado, 2018.


Es el canto de la aparición de Beatriz y la desaparición de Virgilio, relatadas con toda la intensidad de la emoción verdadera en uno de los momentos más hermosos de toda la Comedia. Al detenerse los siete candelabros (que formaban como el septentrión del Empíreo), los veinticuatro ancianos se vuelven hacia el carro y uno de ellos (el que simboliza el Cantar de los cantares de Salomón) canta tres veces «Veni, sponsa, da Libano» y los demás lo secundan, y al oír la voz de tan gran anciano (esto Dante lo escribe en latín: «ad vocem tanti senis»), cien ángeles bajan al carro y cantan «Benedictus qui vanis» (como a Jesús al entrar en Jerusalén) y «Manibus, oh, date lilia plenis» (que es lo que en la Eneida, VI, 883, pide Anquises en honor de Marcelo: 'Esparcid lirios a manos llenas'). Entonces aparece entre esas flores una mujer con los atributos y colores de las tres virtudes teologales; Dante se queda estupefacto sin reconocerla a simple vista, pero sabe que es Beatriz porque su alma siente «la fuerza del antiguo amor». Entonces se vuelve para explicárselo a Virgilio con palabras de la Eneida (IV, 23) y ve que su maestro ha desaparecido. Dante llora y Beatriz lo consuela pronunciando, por primera y última vez en toda la obra, el nombre del autor, que vuelve a mirar hacia ella y la ve, regia y con el rostro cubierto por un velo, a la otra parte del río. Desde allí le reprocha a Dante que se haya atrevido a presentarse en el paraíso terrestre, reservado a los inocentes, y el poeta baja la vista avergonzado. Los ángeles cantan entonces los primeros nueve versículos del salmo 30; Dante está paralizado, pero como se siente atañido por uno de los versos, entiende que quieren interceder por él y rompe a llorar. Beatriz resume a los ángeles las virtudes y las culpas de Dante: «el destino y la gracia divina lo dotaron de talento para hacer grandes cosas, y en su juventud yo misma lo favorecí, pero al transformarme en espíritu tras la muerte, a pesar de que gané en belleza, él se apartó de mí y se entregó a falsas y engañosas imágenes, y cayó tan bajo que no tuve más remedio que mostrarle las penas del infierno para intentar salvarlo». Antes de beber el agua del Leteo  —concluye Beatriz— tiene que arrepentirse sinceramente. 

Comentaris

Entrades populars