El cant XXV
Renato Guttusso, 1960 |
JÚLIA BENAVENT
Guía a la lectura de la Divina Comedia
Institució Alfons el Magnànim, 2007
Es un canto muy original en el que Dante, en la bolsa séptima del círculo octavo, contempla extasiado la transformación maravillosa de ciertos florentinos.
Son aproximadamente las doce del mediodía del sábado 9 de abril. En esta bolsa que es, como sabemos, la de los ladri reina una total oscuridad porque hay una niebla muy espesa y por ello el poeta tiene que acercarse a la orilla para poder distinguir a los condenados que, en gran número, están "abrazados" por serpientes. En efecto, los ladrones, completamente desnudos, tienen sus cuerpos oprimidos por terribles reptiles que les bloquean las manos y los demás miembros, impidiéndoles escapar. Los pecadores sufren una transformación, trámite de caprichosas metamorfosis, siendo despojados de su naturaleza humana.
[...] La monstruosa transformación que Dante nos narra en este canto, la de Cianfa Donati y Agnollo Brunelleschi, tiene unas fuentes literarias muy claras, que el propio Dante se encarga de destacar: la Farsalia de Lucano y sobre todo las Metamorfosis de Ovidio. En efecto, Ovidio nos describe la transformación de Cadmo en serpiente, bajo la atenta mirada de su mujer, que a su vez, se transformará también en reptil. Pero, como siempre, el arte dantesco lo mejora todo y, a diferencia de la auctoritas clásica a la que Dante recurre para sentirse reafirmado, con la escrupolosidad medieval Dante no representa metamorfosis simbólicas o míticas, como las narradas por los poetas latinos, sino transformaciones verdaderas y reales. Es aquí precisamente donde se demuestra la superioridad de Dante.
Como era de esperar, tampoco en este canto Dante elude el uso de las comparaciones, sino todo lo contrario. Acude a un buen número de animales, conocidos por todos para que el público pueda comprender mejor el tema planteado —en este caso, la monstruosidad de las metamorfosis de los ladrones florentinos castigados en esa fosa infernal—. Puede servirnos de ejemplo la siguiente: Come 'l ramarro sotto la gran fersa / dei dì canicular, cangiando sepe, / folgore par se la via attraversa, / sì pareva, venendo verso l'èpe / de li altri due, un serpentello acceso, / livido e nero come gran di pepe (vv. 79-84) en la que Dante, para introducir la segunda metamorfosis, se sirve de un parangón entre el lagarto que, en los días de canícula, salta de repente de un matorral a otro, lo mismo que la serpiente veloz e insidiosa que será la protagonista de la próxima transformación.
La excepcionalidad de la segunda transformación que se va a producir es tal, que el mismo Dante, que lo ha visto todo, tiene dificultad en aceptar como algo verdadero lo que él mismo ha contemplado con sus propios ojos y entonces acude a la retórica, introduciendo el recurso del apóstrofe al lector: Se tu se' or, lettore, a creder lento / ciò ch'io dirò, non sarà maraviglia, / ché io che 'l vidi, a pena il mi consento (vv. 46-48).
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